Jerez: necrológica de Julián Martínez Gamero

Primer plano de Julián Martínez, conocido en Jerez como ‘Julián el de la autoescuela’.
Primer plano de Julián Martínez, conocido en Jerez como ‘Julián el de la autoescuela’.

01 de octubre 2025 - 05:01

Hablaba con la boca cerrada, apenas los labios entreabiertos, y pronunciando hacia adentro. El silabeado rítmico, a medio tono, y lineal. El timbre de voz más enronquecido que grave. Enhebraba las palabras con cierto frenesí verbal, al hilo del pensamiento, por lo común eligiendo frases cortas y asertivas. Eso sí, encadenadas por largo. En el cómputo de su charla rara vez era lacónico. Elegía las oraciones breves y siempre seguidas del imaginario punto y seguido. No fue Julián Martínez Gamero bronco, sino -ya digo- más bien ronco. Gustaba de cultivar el humor fino, entre líneas, ora chascarrillo ora ingeniosidad, a medio camino entre la ironía y la conclusión. Cercano, se daba a querer. No regateaba en la generosidad de los afectos. Sin exigir ninguna contrapartida ni tampoco siquiera la reciprocidad del cariño fraternal. Iba por libre -espíritu jamás sumiso- a sabiendas de su natural tendencia a trabajar en grupo. Los ojos pequeños, como sobrecargados del permanente sueño hecho realidad de saberse cofrade por la gracia de Dios. Lo fue, por descontado, de la cuna a la tumba. El lagrimal comúnmente humedecido...

Julián era un bonachón a quien nadie jamás pudo darle gato por liebre. Ducho en las asignaturas del bachiller de la calle, llevaba en ristre -y nunca a rastras- su mundología. Corpulento de hechuras y amable de trato. Sus gafas a veces proyectaban el espejismo de unos cristales de aumento. Nunca se le cayeron los anillos a la hora de doblar el espinazo en pro de las cofradías. Las amaba con una especie de secreto delirio bien medido. Fue un obrero a ratos silente y a rachas vocero de las verdades del barquero que calzaba sandalias de pescador. Espontáneo: tampoco se cortaba un pelo a la hora de cantar las cuarenta al más pintado -o repintado-. Para Julián dos más dos siempre sumaban cuatro. Llamaba al pan, pan y al vino, vino. Sin cantos de sirenas, arabescos, latín macarrónico ni eufemismos de ocasión. Directo al grano sin salirse un ápice de la harina de nuestro costal. Practico, pragmático, eficiente y voluntarioso.

Julián Martínez fue un clásico de la Semana Santa de Jerez. La perseverancia siempre habitó en la hoja de servicios de su carta de presentación. Las uñas muy blancas, anchas, sobre la morenez de las manos. La chaqueta ajustada en un botón dorado que abrocha, tirante, la alta barriga. La nariz porrona capaz de percibir a leguas el aroma reservado a los preclaros hijos de Dios (cuya intensidad proviene de las necesidades inconfesas de los más desfavorecidos). De hecho Julián jamás dudó en trabajar por el prójimo a través de Cáritas Parroquiales de San Mateo o, por ejemplo, como consejero miembro de la comisión de obras sociales en el Consejo de la Unión de Hermandades presidido por el inolvidable José Alfonso ReimóndezLete’ -equipo en el que principalmente fue responsable de montaje de palcos y sillas, así como de las actividades propias de la entidad hoy con sede en Curtidores y entonces, hace ya la friolera de veinticinco años, en calle Sevilla (dependencias que actualmente acogen la Casa de Hermandad de la Defensión)-.

Julián ha muerto sin apenas hacer ruido. Perdía pie con la salida, cada año, de su Virgen del Patrocinio. Siempre defendió a capa y espada que el cofrade debía contribuir a paliar la pobreza y, por consiguiente, estar al tanto de los requerimientos de “el Salvador, las Hermanitas de los Pobres, Proyecto Hombre, Cáritas Diocesana”… Al fallecer ostentaba el número 1 en el libro de miembros de su Hermandad de Santa Marta. En esta cofradía de sus amores ocupó cargos como el de secretario, consiliario e incluso hermano mayor en funciones. Guardo un grato recuerdo de Julián. Charlar con él jamás dejaba impasible. Lete no erró en su elección como consejero. Porque Julián se dejó la piel en el ora et labora del servicio a Dios y a la Iglesia. En Jerez fue asimismo muy conocido por impulsar la ‘Academia de Chóferes Julián’ y posteriormente, junto a su esposa Pepa, la Autoescuela Andalucía. Julián aseguraba que en la carretera sin duda se hacía apostolado. Tanto que él ahora, así como el título de la entrañable serie de los años 80, ha tomado ya definitivamente la autopista hacia el cielo.

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