Manuel Fernández García-Figueras
Sherryzanías
Quienes hacen méritos para el aspirantazgo de rata literata o ratón de biblioteca suelen contar -no siempre a placer- con los frutos más o menos inmediatos de la constancia. Esto es: la obtención de datos hasta la fecha ora inéditos ora perdidos in illo tempore por el desagüe de una época tan pretérita como quizá preterida. Quien esto escribe no se bebe los vientos ni por la primera condición ni por el segundo propósito-me dan yuyu los roedores- pero, aún así, tras colocar la pasada semana sobre el papel prensa el balón botando de la archicofradía de la Santa Agonía -de cuya instalación en la ciudad, como bien hizo referencia Javier Jiménez López de Eguileta, “poco se sabe”-, puedo prometer y prometo que -¡quien la sigue, la consigue!- ya voy -paulatinamente- espigando -y no espulgando ni expurgando- más datos al respecto de tan llamativa asociación…
Por ejemplo: el sábado 4 de julio de 1908 la archicofradía de la Santa Agonía instaló caseta propia en la feria de la Alameda Fortún de Torres (Alameda Vieja). Fue muy visitada. ¿Por qué? La explicación adopta un cariz solidario. En el interior de dicha caseta estuvieron expuestos, a la vista de todos -propios y extraños, sirios y troyanos, adultos y niños- los pequeños -e incluso, según los casos, ingeniosos- objetos regalados por distinguidas señoritas de la sociedad jerezana para, además de los ingresos cosechados por la rifa del viernes 3 en el Alcázar, sumar recursos a beneficio del sostenimiento de las escuelas de la asociación. La rifa finalizó con la ilustración musical de un piano de manubrio.
Como curiosidad, anoto a continuación los nombres de la distinguidas donantes y algunos objetos donados. Leamos… Un limpia plumas, María Pepa González. Dos nidos y una palmatoria, S. C. Aranda. Un costurero, María Ponce de León. Un sombrero de papel, Dolly Buck de Williams. Una carpintería, C. y María Pepa Coloma. Cochecito de mimbre, Angelina Rendón. Canastito de papel, Carmen Rendón. Cuartito de tocador, Carmen Paul. Dos muñequitos chinos, Petra de los Ríos. Un bonete de cura, Carmen Martínez. Un Juan de las Viñas, Juana Martínez. Dos panderetas pintadas, Concha García y Fernández de los Ríos. Un “hombito” y mesita, Carmen C. de Palomino. Copia de la Alameda de las Angustias, Ángeles Pemartín. Dibujo hecho a tijeras, Paz Ruiz. Muñequita vestida, María Lacave. Dos monjas de garbanzos, Carmen Dastis. Muñequito jugando al diábolo, María Jesús Dastis. Sombrero de papel rosa, Ángeles Dastis. Monjitas de garbanzos, Winnie Mackenzie. Juego de diábolo, Angelita Díez. Seis postales pintadas, Gloria Castellón…
Seis cacharritos pintados, Carmen Castellón. Alfileres de sombreros (monjas), Hattie Marcks. Dos niños llorones vestidos, P. y R. García Blasco. Una cuna y dos capotitas, una devota. Una fustita, María Díez. Una jaulita, Mercedes Díez. Una plaqueta pintada, Luciana Castillo. Juego de ping pong, Dolores Cantillo. Una camisa de hombre, Carlota Cantillo. Unos palillos, Lola Rivero Sierra. Muñequitos de tarro de cocina, María Sierra y Rivero. Un tarros con flores, una devota. Un cuarto de bebé, Carmen Castañeda. Dos repisas, Carmen Rivera y Jiménez. Unas zapatillas, Leonor Ruiz. Dos juegos de seis servilletas bordadas y una esponjera, niñas de las salesianas. Taller de modista R. Bolillo, Isabel González…
También donaron -pertenencias como un cuellecito de frívolo, sillería verde de mimbre y, entre otros, coches de juguete, una pandereta y una zambomba- Mercedes Segovia, Mariana Goytia, Juana González del Villar, Cristina Ruiz y Reguera, M. y R. García Pérez, Ángela Ivison, Lucía de los Ríos, Violeta Buck, María Luisa Díez, Pepa Lambarry, Carmen Lambarry, Petra F. de los Ríos, Pilar Díez, Lola Valderrama, Mercedes Ponce de León, Dolores Pastor, María Gil y Romero, Salud García Argumedo, Esperanza García Argumedo, Paca García Argumedo, Rosario García Blasco, Carmen González de la Gándara, señoritas de Giles, Francisca Ramírez, Francisca López de Carrizosa, Mariquita Guerrero, señoritas Fernández de Bobadilla y Rangel y, por último, Carmen Rivero y Dávila.
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