¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Un nuevo héroe nacional (quizás a su pesar)
NO por mucho madrugar amanece más temprano y mucho menos en los tiempos que corren. Pero aun así queremos vivir con prisas, al día, sin valorar lo que se tiene y con el afán de superarnos cada día en imbecilidades de esas a las que nos agarramos sin tener motivos para ello. Parece que el fin sea el cansancio para poder ir al catre con la piel llena de golpes pero con el espíritu vacío. Los jerezanos y jerezanas, al igual que los madrileños, las valencianas o cualquier ciudadano tienen derecho a ser felices. Pero sin embargo, son muchos los sucesos que acaban por cercenar risas y esconder las carcajadas. No somos capaces de saber lo que queremos ni saber lo que tenemos hasta que, por desgracia, lo perdemos. Una buena amistad, un teatro Villamarta, algún puesto de trabajo e incluso la vida de algún joven.
Mientras tanto y hasta que algo nos abra los ojos, todo son prisas, sinrazones, venganzas, acusaciones, y hasta un exacerbado instinto de supervivencia en la jungla de los malditos seres en que estamos convertidos. El escarmiento es un término que ha dejado de estar inscrito en el libro de familia de nuestro quehacer diario. La serenidad está demasiado escondida en las profundidades de la médula ósea. La lucidez brilla por su ausencia desesperada. Como siempre, ante las lágrimas y los llantos es cuando todos reaccionamos, sin caer en la cuenta que pueda ser tarde para ello. Todo, pero por encima de todo, cada persona debería tener prioridad para sobrevivir en condiciones. En la mala idea de los políticos queda esculpida la culpa, y en la conciencia de todos nosotros el egoísmo impasible. Y hablando de agonías sin sentido, ¿quién es nadie para decidir listas de eres, o muertes sin sentido? Nadie. Ni siquiera buscando explicaciones en la sinrazón social que existe, porque, como siempre, ante preguntas tan raras, las respuestas suelen estar escritas en el viento.
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