Se están colando. Primero fue la encuesta donde se decía que los españoles queremos más censura. Después el general de la Guardia Civil que apareció insinuando que a él le pagan por vigilar lo que decimos y que deberíamos andarnos con cuidado, no nos vayamos a quedar sin postre por hablar mal del Gobierno. Y por fin la ministra de Educación, dejando claro que ella tampoco está para bromas y mucho menos para tolerar mensajes negativos sobre la gestión de su Gobierno, que es el de usted y es el mío.

Y se están colando porque con tantísimos mensajes oficiales de advertencia, insistiendo una y otra vez sobre la cantidad de bulos que circulan por ahí, da la impresión de que no hay más que noticias falsas, que los ciudadanos somos tan bobos que nos las tragamos todas y que, por más que nos avisan, nos empeñamos en enterarnos de lo que pasa en España a través de unas fuentes de información que, cuando no afirman que la epidemia es la consecuencia natural de haber desenterrado a Franco, pueden venirnos con el cuento de que el coronavirus no proviene de China, sino de un experimento que se le fue de las manos a ese señor que antes de ministro era astronauta.

Es verdad que este tipo de mensajes alarmantes circulan, pero quizás no sean tan peligrosos como quieren darnos a entender. De hecho, yo ahora mismo podría difundir, por ejemplo, que las mascarillas más eficaces son las que traen los disfraces de enfermera sexi que venden para carnaval, o que a partir de hoy, además de los niños, tendrán permiso para salir a la calle todas aquellas personas nacidas bajo el signo de Aries. Por crear infundios, podría inventarme que, atendiendo a las presiones de la ultraderecha, a los presos independentistas no les van a computar estos meses que dure la cuarentena para el cumplimiento de sus penas; o que en la enseñanza secundaria, aparte de aprobar a todos los alumnos, se les va a regalar el carné de conducir (aunque esto último sería relativamente creíble.)

Pero ninguno de estos embustes debería hacer mella en la imagen del Gobierno. Primero, porque la creencia en bulos no es tan grave como parece: solo afecta a las personas que tienen una fe ciega en quienes se los intentan colar (razón por la cual hay gente hospitalizada tras hacer caso a su líder espiritual cuando les recomendó beber lejía para protegerse del coronavirus.) Y segundo, porque ya el propio Gobierno se encarga de compensar el desgaste de la mala prensa convenciéndonos a diario de lo bien que lo hacen todo, de la envidia que provocan sus medidas sanitarias entre los países vecinos y del ejemplo de coordinación que ofrece incluso cuando una ministra portavoz hace un comunicado oficial a la hora del almuerzo y antes de la merienda ya la están desmintiendo categóricamente. Pero no es descontrol, se llama polifonía.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios