Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Un drama
Jerez íntimo
Manuel J. Barrera Rodríguez es delegado diocesano de Pastoral de la Salud. Un sacerdote joven (1975) natal de Jerez. Hijo de José Luis y María. El segundo de tres hermanos. Disfrutó de una infancia maravillosa en su barriada de la Granja, “aquellos tiempos en los que existían plazoletas y estábamos todo el día en la calle”. Se considera, por ende, “granjero hasta la muerte porque ser de la Granja imprime carácter”. Su despertar por la vocación al sacerdocio se sitúa “precisamente en la parroquia de la Granja. En la catequesis de confirmación. Con 14 años entré en el seminario. Fui el seminarista que más tiempo ha estado, hasta ahora, en la diócesis de Jerez. Y de ahí tuve que pasar a La Salle Buen Pastor, donde hice 2º y 3º de BUP y COU. Allí, en efecto, estudiábamos los seminaristas menores. Por decisión de don Rafael Bellido”. Quien esto escribe considera que la Pastoral de la Salud debe aún conocerse en mayor medida si cabe. Barrera explica que “los fines de la Pastoral de la Salud principalmente comienzan por mostrar ese Cristo misericordioso que está con el enfermo y con la persona que sufre. Desde la compasión y desde el acompañamiento, porque la enfermedad es un momento en el que el hombre también se pregunta por el sentido de su vida. Y la Fe cristiana puede aportar mucho dando asimismo esperanza en medio del mundo del dolor. Y ahí es donde inicialmente está la Pastoral de la Salud”.
En el acompañamiento espiritual tanto en la enfermedad como en la ancianidad. Y después también en el duelo. “Es muy importante. Son las etapas donde quizá el hombre entra más en crisis. Y busca un sentido a las cosas. Y no solamente el acompañamiento emocional, espiritual, sino también el acompañamiento sacramental: sacramento de la salvación… la unción de enfermos, la confesión y después la comunión. Defino la Pastoral de la Salud como el ‘estar con’ o ‘o estar al lado de’. Del que sufre. A veces un gesto, un abrazo, una acaricia, un coger de la mano, una sonrisa es el mejor paracetamol que puede recibir un enfermo. La gente necesita mucho cariño. Muchas personas se sienten muy solas, mucho más de lo que nosotros nos creemos. Y algunas que viven en familia y sin embargo están solas. Y muchos niños huérfanos de padres vivos… La Pastoral de la Salud es una forma de evangelizar en medio del mundo del dolor. Es el rostro misericordioso de la Iglesia”.
Al frente de la delegación lleva Manuel Barrera más de doce años. “Para esta Pastoral -indica- es necesario tener una especial sensibilidad… Y aunque uno pueda tener heridas interiores, las heridas tuyas pueden ayudar a otros. Todos tenemos nuestras heridas, nuestras mochilas. Y hace falta una sensibilidad y una humanidad especial. Para captar las necesidades espirituales. Estar de capellán en el tanatorio me ha ayudado mucho. Ver el mundo del dolor cara a cara todos los días. En la frontera del dolor, de la muerte”. Pongo sobre la mesa dos documentos: la carta apostólica ‘Salvifici doloris’, de san Juan Pablo II y la carta ‘Samaritanus bonus’ del Papa Francisco. “El de Juan Pablo II -comenta- es uno de los documentos principales. Para mí es magnífico. Es un documento marco. Y luego el del Papa Francisco una actualización del documento de Juan Pablo II. Lo que sí es verdad es que ahora tenemos un debate bioético en la Pastoral de la Salud, como puede ser la eutanasia. Porque se ha vendido la eutanasia como la muerte digna. Y esto es falso. Muerte digna es morir sin dolor y sin sufrimiento. Y aquello que pueda ser incurable -lo dice el Papa- pero pueda ser cuidable. Hay que cuidar el final de la vida. Y la Iglesia propone la sedación paliativa”.
Barrera recalca que “ése es el debate profundo que encontramos detrás de la eutanasia. Aparte de ahorrar costes, es quién marca el final de la vida. La vida tiene su curso. A veces podemos tener encarnizamiento terapéutico que no va a mejorar al paciente. Ocurre que a veces determinados médicos juegan a ser dioses. Porque se creen creadores y destructores de la vida. Es un debate de fondo: ¿qué es morir dignamente? Pues morir dignamente es morir sin dolor. La gente cuando pide la eutanasia, y yo me he encontrado con estos casos, e incluso he evitado varias peticiones de eutanasia, en el fondo lo que no quieren es sufrir. Ni hacer sufrir a los otros. Y para eso tenemos la sedación paliativa. Pero vienen ahora nuevas generaciones sin cultura religiosa. Ha habido algún caso en el que una señora ha preguntado en el hospital por el capellán y le han respondido que esa especialidad médica no la tenían allí, que la buscara en Puerta del Mar. Otro caso en el que una mujer pidió la comunión y vino el enfermero con la medicación respondiendo que eso no lo tenían pautado. Si las nuevas generaciones no tienen preparación religiosa, son incapaces de detectar las necesidades espirituales, que es mejor que cualquier medicación, sentir que Dios está contigo. La Pastoral de la Salud atiende al enfermo, al acompañante, y al profesional”.
También te puede interesar
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Un drama
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Más democracia
La ciudad y los días
Carlos Colón
Habaneras de los indultos
Cambio de sentido
Carmen Camacho
El desengaño