Alberto Núñez / Seoane

De necios a impresentables

Uno, con el paso de los años, está acostumbrado a casi todo. Una de los males que, por reiterado y absurdo, azota nuestra sociedad, es la estupidez. Desde Platón a Einstein, los escasos sabios -en relación a los miles de millones de personas que hemos pasado por este Planeta- nos han advertido y recordado que la sandez humana no tiene límites.

Un paso adelante, en esta carrera de majaderos descerebrados, es el que conduce de la estupidez congénita a la imbecilidad adquirida, como es el caso que me va a ocupar estas líneas.

Bien entendido que la libertad de opinar es sagrada. Bien comprendido que cada cual es muy libre de estar a favor o en contra de tal o cual cuestión. Bien percibido que las críticas, inteligentes, son sanas, aceptables y constructivas. De aquí a la obcecada manía de intentar prohibir lo que no nos gusta o de pretender eliminar aquello con lo que no estamos de acuerdo, hay un abismo, Un abismo excavado a base de mezquindad, ignorancia, bajeza y tozudez.

Una manada de meapilas vascos han planteado la siguiente cuestión en una entrevista al diario 'El Mundo': "¿Porqué se condena a ETA y no a Jesulín de Ubrique?". La mente preclara de la que ha surgido esta profunda y filosófica cuestión, tiene nombre y apellido: Kepa Tamames. Este 'prenda', ha hecho, también, esta sesuda pregunta: "¿porqué se castiga la violencia terrorista y no el terrorismo taurómaco?"

La cretinez surgida de las escasas neuronas de este individuo, autentico terrorista intelectivo, además de cometer una magnánima gilipollez comparando a los toreros -artistas que desempeñan un noble, peligroso y admirable quehacer- con los terroristas -sabandijas execrables, cobardes y miserables-, perpetra una atroz salvajada, inhumana, sangrante, cruel e insultante, contra tantísimos muertos inocentes -niños, mujeres, ancianos, guardias civiles, policías, militares o civiles-, al colocarlos a la misma altura que un morlaco.

Yo, no sé muy bien qué es lo que haría, si uno de los asesinados por esos criminales babosos hubiese sido una de mis hijas, de mis seres queridos o de mis amigos y este trágico payaso los hubiese llamado, luego, becerros; pero seguro que, al menos, de darle una somanta de hostias hasta que le saliesen cuernos y rabo, y echárselo luego a José Tomás para que le hiciese una faena completa, no se libraba.

Lo que más me desespera no es que un imbécil como este diga semejante infamia, lo que me hace subir por las paredes es que los responsables de salvaguardar la libertad de todos, los políticos que mangonean España, no tomen las medidas necesarias para que la impunidad no sea la norma o para que los fascistas inquisidores no impongan su 'reglamento' al que lo quiera y también al que no lo quiera. Porque esta inacción de los gobernantes, no hace más que alimentar sentimientos poco deseables, estimular la defensa individual de los derechos que nos quitan y azuzar hostilidades que no llevan a nada bueno.

Aterra comprobar cómo la gentuza incrementa su presencia, odiosa e indeseable, condicionando la convivencia de todos. El 'todo vale' para conseguir lo que quiero se está convirtiendo en la religión de los que están aprendiendo a vivir. Pone los pelos de punta pensar en lo que ocurrirá cuando sean ellos los que estén al mando, si esto sigue como va: impresentable. El imperio de los necios que, a más inri, se creen 'elegidos', campa por sus respetos, asolando el marchito campo de la libertad, la sabiduría y la fraternidad.

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