Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Zamiatin
Las elecciones deberían ser una celebración de la democracia. Y lo son, pero solo desde que abren los colegios hasta que cierran. Ni antes, ni después. Antes, las campañas son cada vez más vergonzosas, faltas de ideas y sobradas de insultos, más volcadas en el demérito de los otros que en los méritos propios (como si se diera por sentado que solo es posible votar el mal menor), una retahíla de promesas engañabobos que después no se cumplen, mítines que solo se ofician para los creyentes en los que líderes de tercera se desgañitan mientras tras ellos se sitúan como telón de fondo los militantes asintiendo servilmente con movimientos de muñecos cabezones con resorte.
Al cierre de los colegios electorales comienza el festival de la mentira descarada, la manipulación vergonzosa y la alergia a la asunción de responsabilidades. Todos han ganado. Y si han perdido, su opositor ha perdido más, aunque haya ganado. Nosotros titulamos bien: “María Guardiola gana sin alegría, Vox se robustece y el PSOE se hunde”. Pero resulta que Guardiola ganó con alegría y logró sus objetivos, pese a no lograr rozar la mayoría absoluta a la que aspiraba. Que el procesado Gallardo no ha hundido al PSOE –el catastrófico resultado fue, según él, fruto del “acoso de la extrema derecha”, explayándose en críticas al partido ganador (la falta de autocrítica afila la crítica al otro)– y por ello, pese a que se lo preguntaron varias veces, no pensaba dimitir. Que desde Ferraz, Rebeca Torró reconoció “el trabajo y el compromiso de todo el Partido Socialista de Extremadura y de Miguel Ángel Gallardo en esta campaña electoral, contaminada por el acoso y derribo de los ultras y de la derecha extrema”, tras lo que se marchó a la carrera sin admitir preguntas. Que Sánchez felicitó a Gallardo por “el gran trabajo realizado”. Que para Abascal el cierto crecimiento de su partido lo convirtió en “el gran triunfador de estas elecciones” y “el futuro de España”. Que los otros populistas, Unidas Podemos, también celebraron “un resultado histórico” y hasta pidieron la dimisión de Guardiola mientras los medios afines los jaleaban, cual Abascal a Vox, como el futuro de España que “muestra el camino a la izquierda estatal”. Todos mienten o exageran cumpliendo el rito de la resaca electoral.
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