Descanso dominical
Javier Benítez
Paco
La rica y hermosa nota doctrinal Mater Populi fidelis, dada en Roma el 4 de noviembre tras la aprobación de León XIV, es un canto sentido y razonado a la grandeza de la Virgen que incluye 197 citas de Padres de la Iglesia, teólogos, concilios y papas. Pero los capillitas más papistas que el papa se han indignado por lo que se dice sobre el título de corredentora: “Teniendo en cuenta la necesidad de explicar el papel subordinado de María a Cristo en la obra de la Redención, es siempre inoportuno el uso del título de Corredentora para definir la cooperación de María. Este título corre el riesgo de oscurecer la única mediación salvífica de Cristo y, por tanto, puede generar confusión y un desequilibrio en la armonía de verdades de la fe cristiana...”.
No solo lo comparto. Lo he pensado siempre y alguna vez he comentado que debería eliminarse de la protestación de fe. Al igual que lo he pensado sobre el título de Mediadora universal de todas las Gracias, al que también se refiere el documento con menos rotundidad: “Es conveniente precisar tanto su valioso alcance como sus límites… En sentido estricto, no podemos hablar de otra mediación en la gracia que no sea la del Hijo de Dios encarnado… Ninguna persona humana, ni siquiera los apóstoles o la Santísima Virgen, puede actuar como dispensadora universal de la gracia. Sólo Dios puede regalar la gracia”.
Pero a quienes se creen que el Dicasterio para la doctrina de la Fe son los frailes de Regina y León XIV es el fraile Molina, y ellos, por supuesto, los nuevos Vázquez de Leca o Miguel del Cid, el hermoso y razonado documento con todo su aparato teológico, incluidas las firmes palabras sobre esta cuestión de Benedicto XVI y Francisco, a las que se suma León XIV, les importa, si lo han leído, un bledo.
Y quede claro que a quien esto escribe nada le puede enseñar nadie sobre los dolores de la Virgen asociados a los de su Hijo, porque es de la Amargura. Y nada le pueden enseñar sobre la grandeza de María como Puerta del Cielo, porque es de la Macarena y cuando en este documento se dice que “estos textos nos indican que el cielo no está completamente separado de la tierra”, ve el rostro de la Esperanza. Nada resta el documento ni al amargo dolor ni al resplandor de eternidad de María. Todo lo contrario.
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