Desde la ciudad olvidada

José Manuel Moreno Arana

El pendón

HACE unos días se celebraba el acto inaugural de la conmemoración de los 750 años de la conquista de Jerez por Alfonso X el Sabio. Un acto en el que se intentó convencer al público congregado de que tal acontecimiento, más que una victoria militar, fue un ejemplo de convivencia entre culturas que influyó en el carácter generoso y acogedor que, al parecer, tenemos los jerezanos. Resultan hasta grotescos ciertos eufemismos, como hablar de incorporación al Reino de Castilla y no de conquista, pero ya causa indignación que se tergiverse el pasado en busca de lo políticamente correcto. La tolerancia es una gran virtud de la sociedad occidental contemporánea, pero una cosa es eso y otra reinventar la Historia desde una perspectiva actual. Y es que hasta esa frontera que da nombre a nuestra ciudad alude al contexto bélico con los musulmanes en el que se movieron sus primeros habitantes cristianos. No será hasta 1340, con la decisiva victoria en la Batalla del Salado, cuando las circunstancias cambien y la guerra deje de ser una prioridad. El pendón traído como trofeo por los caballeros locales participantes en este hecho es por ello un verdadero símbolo de toda una época.

En este sentido, estando en la víspera de la festividad de San Dionisio, no puedo evitar traer de nuevo a colación el controvertido asunto del pendón. Más de tres años hace que se hizo pública su desaparición y aún seguimos esperando, no ya que aparezca, algo que se antoja complicado, sino que se depuren responsabilidades. Quizás me llamen iluso por insistir en este viejo trapo, y más teniendo en cuenta las leves condenas que en este país se imponen por casos de corrupción política teóricamente más graves que este. Será porque, al contrario que nuestros munícipes, todavía no he perdido el respeto por la Historia.

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