Salvador Daza Palacios

Un pintor jerezano: Miguel Barrón (1892-1953)

Retrato de Miguel Barrón, pintado por Padilla en 1947, gentileza de D. Jaime Barrón, su nieto.
Retrato de Miguel Barrón, pintado por Padilla en 1947, gentileza de D. Jaime Barrón, su nieto.

16 de octubre 2023 - 11:37

En la segunda mitad del siglo XIX, todos los aspectos culturales y artísticos de Jerez fueron dando frutos tras haberse acometido diferentes iniciativas particulares como las aulas del Casino de Artesanos, la Academia de Bellas Artes de Santo Domingo o la Sociedad Económica. De ello se derivaron signos de progreso, pues dio la oportunidad a que surgieran talentos que dieron prestigio a la ciudad y al mundo del Arte. Se pueden recordar los nombres de Gallegos Arnosa, Sánchez Barbudo, Álvarez Algeciras, Cala y Moya, Muñoz Otero, Ca­macho, Montero Flores y otros... aunque era una generación que apenas dejaba continuadores. Rafael del Villar (nacido en Jerez en 1873) residía en Argentina, donde trabajó como pintor y restaurador en el Museo Histórico Nacional. La primera década del nuevo siglo se abría en general en un clima de decadencia en el terreno pictórico que vino a tratar de subsanar la Escuela de Artes, creada en 1910. Allí desempeñaron su labor los muy activos profesores Nicolás Soro y el joven González Agreda.

Uno de los talentos surgidos a partir del nuevo siglo y en quien depositaron muchas esperanzas los sectores culturales sería Miguel Barrón Regife, que nació en Jerez en mayo de 1892. Su nacimiento fue anotado en el registro civil el día 14. Era hijo del abogado y diputado republicano José Barrón Ferrera y de Ana María Regife. Inició sus estudios en el colegio de los Marianistas y aprendió la pintura en Jerez con Soro, pero su padre, al parecer, pretendía que realizara otro tipo de estudios profesionales y fue enviado a Inglaterra con este fin. Pero solo tenía inclinación para la pintura y el arte en general. En él había un artista de altos vuelos. Barrón poseía bienes de fortuna suficientes para dedicarse a pintar sin tener que sacrificar su vocación para poder ganarse la vida. Y buscando nuevos horizontes marchó a Madrid y asistió al estudio del reputado artista valenciano Cecilio Pla (1860-1934), con quien trabajó unos cuantos meses.

En 1915 obtuvo su primer triunfo artístico, al ser muy elogiado uno de sus primeros cuadros. Se trataba de un retrato de un personaje muy popular y grotesco de Jerez: 'El Zopo', vendedor de periódicos. El pintor lo expuso en el escaparate del negocio de molduras de Pellicer, en la calle Algarve y todos los que pasaban por allí lo reconocieron, al ser extraordinario su parecido con el original. En agosto de 1917 fue el retrato del cirujano Fermín Aranda el que le dio nombre en la prensa local, aunque en otra crónica se asegura que era su esposa la que aparecía en el cuadro.

En julio de ese mismo año se casó con Carmen Llano (con quien tuvo cinco hijos) y realizó uno de sus más celebrados trabajos, pintando el “cielo” o palio de la Virgen del Valle. Al igual que su padre, fue miembro del Ateneo, donde ejerció como secretario. Y en 1920, quienes seguían su trayectoria pictórica estimaron que había evolucionado y mejorado de un modo asombroso, gozando ya su pincel de un gran dominio. Había finalizado dos obras dignas de elogio: Un retrato a tamaño natural del diputado republicano Eduardo Gutiérrez y una miniatura en marfil del marqués de Bertemati, ambas obras de gran perfección. Se le calificaba como «un artista de gran porvenir».

Pero la falta de ambiente artístico que sufría Jerez le afectaba. Uno de sus admiradores le recomendó en 1920 "que volase un poco, que recorriese museos, que se saturase por ahí de arte grande... porque si no sale de aquí, donde le retienen sus hondos afectos, es posible que se nos malogre un pintor excelentísimo. Y ello sería un lástima". Pero era un hombre muy familiar que se encontraba muy a gusto en su tierra natal. En 1921, el Ateneo se propuso realizar una exposición regional de pinturas. Con este motivo, Tomás García Figueras reflexionó sobre los artistas jerezanos que merecían mejor suerte. Y uno de ellos era, sin duda, Miguel Barrón, pues tenía méritos suficientes para haber sido pensionado en Roma y para haber triunfado en Madrid. Pero había preferido "encerrarse en este bello rincón andaluz" donde la falta de medios y de reconocimiento nunca le ofrecerían lo adecuado a su proverbial talento. En una visita a su estudio, le gustaron mucho a Figueras un lienzo de estilo holandés titulado La cocinera y otro que acababa de terminar, El Químico, que era un auténtico prodigio. También, como prueba de las variadas facetas que practicaba, estaba terminando dos tapices: uno de Jesús y la Samaritana y otro una copia del descendimiento de Rubens, además de variadas miniaturas. Ya en este año 1921 el panorama había cambiado en Jerez, pues se contaban al menos nueve reconocidos pintores sin contar a nuestro biografiado: Soro, Díaz Vibanco, González Agreda, Marín Ruiz-Marchante, García Pino, Montenegro, Alcázar Saleta, Barroso Gómez e Iglesia Caraballo. En dicho año Miguel Barrón vivía en la calle Sagasta 9 (hoy Porvera), la misma casa de su padre, donde tenía su taller e impartía clases de pintura. Allí dio lecciones, entre otros, a Ayala, Padilla, Daza y Caballero Salguero.

En la inauguración de una exposición en el Ateneo jerezano en mayo de 1922 se contó con la participación del pintor valenciano Félix Lacárcel, secretario del Ateneo sevillano, encargado de los cuadros que se habían enviado desde la capital andaluza, entre los que se encontraban los de Gonzalo Bilbao, González Santos, Bacarisa, Linares y otros más. De los jerezanos, expusieron Soro, Carmen Medina, Miguel Barrón (retrato de su padre, del periodista Gutiérrez, y otros dos más) y Adolfo Gutiérrez del Rivero.

En 1922 la visita del rey Alfonso XIII a Jerez sirvió para que se colocase en uno de los cuarteles militares un retrato del rey a tamaño natural, vistiendo el uniforme del arma de Caballería, que lo había encargado el regimiento de Villaviciosa a Barrón. En 1923, fue el nuevo presidente de la nación, Miguel Primo de Rivera, el que contó con una pintura de Barrón, en la que aparecía sentado en un mullido y lujoso sitial de terciopelo rojo. La prensa le calificó como "el pintor de las actualidades, el buscador insaciable del suceso último. El impresionista que fácilmente recoge para simbolizarlas aquellas figuras que dejan en la sociedad actual una huella profunda". Al parecer también era autor de un celebrado cuadro del torero Joselito y avanzaba hacia el ideal de perfección artística, según aventuró Manuel Chacón. En 1925, el presidente visitó de nuevo Jerez, y Barrón, junto a otros artistas como González Agreda y Bravo Morano, fue el autor de unas artísticas miniaturas de los padres del marqués de Estella, regalo del pueblo jerezano a su paisano y prócer.

En 1929 el pintor tuvo el infortunio de perder a su padre, José Barrón, cuya desaparición copó varias columnas en la prensa al haber sido un personaje muy importante en la historia local y provincial, y uno de los grandes talentos nacido en la ciudad, a cuyo sepelio asistieron miles de personas.

Con motivo de la fiestas del Carmen en 1931, se colocó en el retablo de la iglesia de dicha advocación una "bellísima reproducción de la Virgen coronada, obra notable" de Barrón. Poco tiempo después dio a conocer un libro que había publicado donde se condensaban muchos de los escritos redactados por su difunto padre, publicados en El Guadalete. El libro gozó de comentarios muy favorables teniendo en cuenta que el autor fallecido había dedicado "toda su vida a la causa de la justicia y a romper cuantas lanzas fueron menester por los intereses de su pueblo natal".

En noviembre de 1933, Barrón fue elegido vocal del comité local del partido republicano que lideraba Miguel Maura, de corte conservador aunque demócrata. Todas estas ilusiones se vinieron abajo en 1936, como las de tantos españoles. Y Barrón hubo de adaptarse a las circunstancias. En el salón de sesiones del Ayuntamiento de Cádiz se encontraba, desde 1938, un retrato de Francisco Franco pintado por él, cuyo principal interés consistía en que era el primero en el que el dictador vestía uniforme de Capitán general de la Armada. Pero este cuadro no era el primero de Franco que pintaba Barrón, pues en octubre del año anterior ya terminó otro con el uniforme de capitán general del Ejército de Tierra. Este retrato había estado expuesto en el bazar de Agustín Sáiz, en la calle Primo de Rivera durante las primeras semanas de 1939, y mereció "las más justas alabanzas". También se han conservado un retrato del farmacéutico Adulfo de Luque, otro del padre Chaminade en el colegio del Pilar y otro de la Santa Cena, donado por sus nietos la hermandad del mismo nombre.

A partir del final de la guerra poco o nada sabemos de él, excepto su fallecimiento en octubre de 1953 a la edad de 62 años. En noviembre de 2014 fue homenajeado junto al escultor Ernesto Aladro en una exposición que tuvo lugar en el Alcázar, con motivo de la muestra de Arte titulada 'Paleta de Colores', organizada por la Hermandad del Desconsuelo.

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