
Envío
Rafael Sánchez Saus
Violencia consentida
A paso gentil
Lejos queda la crisis económica que Rodríguez Zapatero negó, mientras le fue posible, y que Rajoy enfrentó a golpe de recortes tan impopulares como pasajeramente necesarios.
En aquellos tiempos, una de las propuestas de moda entre ciertos sectores de la sociedad civil fue la del cierre de las radiotelevisiones autonómicas, señaladas como prescindibles, por ser fuente de despilfarro. Idea que posteriormente pasaría al plano de lo político, de la mano de la emergencia de una alternativa a la derecha del PP.
Al margen de estas ventoleras, Canal Sur es indiscutiblemente una de las más consolidadas empresas de este tipo. Entre sus producciones más amenas se halla Andalucía x el Mundo, tan útil para vislumbrar lugares remotos a quienes no somos aficionados a frecuentar aeropuertos.
Enormemente distante es la africana Tanzania, a la que el programa dedicó una de sus emisiones, recientemente repuesta. En ella destacó la entrevista a una cordobesa que dirige allí una ONG de ayuda a niños desfavorecidos. Entre sus declaraciones, notable impacto me causó la relativa a la realidad sanitaria de un país en el que la hipertensión se transforma en dolencia letal por la imposibilidad de la población para acceder a un tratamiento farmacológico de coste disparatado.
En España, en cambio, el sistema de protección social y médica nos garantiza a precios irrisorios las pastillas que ponen freno al silencioso padecimiento que mina lentamente la salud. Como también ocurre con la diabetes, otra de las epidemias que azota a la humanidad actual, rebasadas edades avanzadas.
Y es que, superado el ecuador de la cincuentena, cada vez son menos las personas que pueden alardear de no sufrir la tiranía de estar vigilando semanalmente sus niveles de glucemia o presión arterial y de vivir sin la preocupación de no saltarse la ingesta diaria de alguno de los comprimidos.
Sin renegar de esta posición de privilegio frente a los desgraciados de otras latitudes, las facilidades de conocimiento sobre nuestra situación corporal que la moderna ciencia nos concede, se convierten, a veces, en una cadena de angustia de la que los bisabuelos —en menor contacto con los profesionales de la medicina— se libraban. Una forma de morir poquito a poco, que es el combate consciente contra la enfermedad crónica.
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