Te quiero

09 de diciembre 2025 - 03:06

Pocas expresiones hay más polisémicas y ambiguas que la que dice “Te quiero”. Cuando alguien me la dedica, por dar que hablar y que reír suelo pedirle: “¿Te importaría desarrollar un poco más el tema, por favor?”, así no sea necesario, pues cada cual sabe, con la intuición más que por razones, qué late bajo esa frase cada vez que se la dedican. En ocasiones, nos dicen o decimos “Te quiero” cuando lo que queremos decir es “Elígeme”, “No sé estar solo”, “Has sido una niña muy obediente”, “No quiero faltar al cuarto mandamiento”, “Satisface mi deseo”, “Perdóname” o “Necesito con urgencia un ‘Y yo también”. “Y yo también”, respondemos o nos responden entonces. Por supuesto y por fortuna, no siempre un “Te quiero” guarda en su doble fondo egoísmo, inconsciencia o inmadurez emocional. Reconocemos a la legua los tequieros patanegra de la amiga que llora nuestra pena, del mocoso que no tiene el corazón lleno de trastos, y de quienes van siendo capaces de auténtico amor propio y, por ende, de amor hacia otros. Mas conviene esta gimnasia interior basada en preguntarnos qué querrán o querremos decir cada vez que nos dicen I love you. Los tequieros son como esas galletas de la suerte de los chinos: basta un mordisquito incisivo para conocer el mensaje que llevan dentro.

La sociedad en que vivimos influye de manera radical en que enviemos y recibamos lotes de tequieros adulterados con los que podemos intoxicarnos gravemente: el ideal del amor romántico, que nos llena la cabeza de estupidez y sacarosa. La posmodernidad líquida, que evade lo real y leal de los vínculos. El narcisismo 2.0, que confunde el ser con su reflejo. La falta de empatía. La gran industria de la falsía, capaz de vendernos arrobos de pegote y aureolas de farmatín. El consumismo extrapolado a las relaciones, que nos hace consultar en el tinder catálogos de personas como quien mira unos zapatos. O la incapacidad emocional de quienes bien podrían entonar aquel verso de José María Gómez Valero, “Te quiero con todo mi caparazón”, y a quienes Calderón nos enseñó a poner en su sitio con un “Aprende a amar o enséñame a aborrecer”. Qué querrán decir tantos tequieros de estas fiestas. Qué demonios quiso decir el que alguna vez dijo “Te quiero” a la mujer que presuntamente acaba de coser a puñaladas en El Viso del Alcor.

stats