Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
Cuando la España de Sánchez se tambalea, cercada de escándalos e ineficacias, y amenaza derrumbarse sobre nuestras cabezas, todavía hemos de temer un peligro peor donde menos se lo espera: latente en la alegría. Cuando muchos de nosotros celebremos por fin que el presidente pase a la condición de ex presidente, no tendríamos que celebrar nada, sino arremangarnos.
Puede pasarnos como a aquel opositor que se quedó extrañadísimo de tener que empezar a trabajar después de haber aprobado tras tantos años de estudio intenso. Él creía que ya lo había hecho todo, y que ahora tocaba descansar, que se lo había ganado.
Cuando la oposición logre sumar, empezará su trabajo. Ahora estamos en lo hondo de un pozo, en el fondo de una cueva, pero no basta con asomar la nariz, hay que regenerar la política española.
Los años de Sánchez dejarán muchos destrozos. Desde la okupación de las instituciones por parte del Ejecutivo hasta la corrupción rampante, pasando por la extrema división entre españoles a golpe de memoria histórica y de incendiar las diferencias ideológicas. La situación de inseguridad es otro problema y otro nuestra política internacional. Pero eso es sólo la punta del iceberg. Hay que reparar también todos los mecanismos previos (constitucionales, procedimentales, tributarios, culturales, mediáticos, las puertas giratorias, etc.) que han permitido y propiciado esto.
Estamos como el prehistórico que sale de la gruta y se encuentra con que tiene que construir la civilización. Y no será fácil porque las querencias del que llegue serán muy parecidas a los que ya llegaron en otras ocasiones, incluso con mayoría absoluta. Arreglar las cuentas, que es lo más perentorio; y no tocar nada más para no levantar ampollas ni pisar callos ni tocar úlceras ni irritar cólones. Por otra parte, si lo que ha hecho Sánchez ha sido alargar los tentáculos del poder sobre la Justicia, la Economía, el Banco de España y las empresas públicas, el que ascienda al poder sentirá la pulsión de quedarse para él con los tentadores tentáculos, como ha venido pasando.
España necesita un punto de inflexión: un reinicio o un arranque. El día que Sánchez pierda a mí no me verán dando saltitos en ningún balcón. Es un paso previo, pero casi insignificante para la tarea ciclópea que todavía nos queda por hacer.
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