Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

A propósito de los belenistas de Jerez

Pepe Guerra, Antonio Romero, Miguel Pérez, Vicente Prieto, Pepe Cobos y Esteban Benítez en la provisional sede de la Plaza Esteve.

Pepe Guerra, Antonio Romero, Miguel Pérez, Vicente Prieto, Pepe Cobos y Esteban Benítez en la provisional sede de la Plaza Esteve.

Los belenistas de Jerez han sabido conjugar -y combinar- tradición y vanguardia como ningún otro artista que se precie. En el proceso creativo radica la virtud. Y un magma de imaginación fuera de todo debate. Poseen manos angelicales a la hora de edificar este minimalismo que nada edulcora. Son como arquitectos de la maqueta expeditiva. Moldeadores sin laudos. Ingeniosos de la escenificación. Visionarios con carácter retrospectivo. Artesanos del diorama. Forjadores de lo tridimensional. Artífices de la ambientación de un niño que ya gimotea entre las pajas de un pesebre. Representantes a menudo anónimos de una costumbre de larga data. Poetas del mayor acontecimiento de la Historia. Pastores del siglo XXI.

Para ellos no existe el sinsentido. No se quieren agrios ni lisonjeros. Son amables por naturaleza. Simpáticos y discretos. Nada arrogantes. Nunca vehementes. Sencillos como una adoración en el portal -por antonomasia- de Belén. Los Reyes Magos jamás depositaron carbón en los salones de sus respectivos domicilios. Dominan el manejo de la precisión. La calificación y la cualificación de lo diminuto. Menos es más. Poseen virtudes cinematográficas. Y colocan las figuras en plano americano cuando el boceto así lo requiere. Y el contraplano. También poseen destreza para el travelling visual. Fichan actores de primera: algunos son de barro y otros de plástico, más todos poseen almas inmortales. Incluso cuando duermen el sueño de los justos en las cajas de cartón hasta el próximo año -y así toda una existencia de generación en generación-.

De tan puro aficionados, de tan veraces profesionales, son los únicos capaces de pedir unos Reyes Mayos a los ídem, es decir: a los Magos de Oriente. Como en una suerte de metarregalo. Melchor, Gaspar y Baltasar ya tienen asumidos que de Jerez suelen pedirles una reproducción en miniatura de ellos mismos. Y sonríen para sus adentros cuando, otra vez, esto sucede. Presienten que en la capital del vino poseen un club de fans de primer orden. O de gran categoría, al elegir expresión del amigo Manolo Picón. Los belenistas de Jerez son únicos en el Planeta Tierra, precursores de un modus vivendi y de un modus operandi. Muchos de ellos ya operan aún en mangas corta. Cuando las postrimerías del tiempo veraniego desempolvan construcciones de corcho.

Los belenistas de la ciudad guardan en sus adentros un dibujante secreto. Gustan de abocetar proyectos urbanísticos de calle y media. En una reproducción histórica sobre calzadas romanas o ríos sin afluentes. Los belenistas de Jerez son dueños de constructoras efímeras. Polifacéticos y multifuncionales en el diestro manejo del enfoque inmobiliario. Ni alquilan ni venden: simplemente muestran al espectador toda una suerte de guiño en quietud: la esquina de un castillo, el interior de un convento, el sendero bucólico que nos dirige al mejor de los Nacidos. Ellos -tan generosos como el pan nuestro de cada día- nos abren las compuertas de su mundo interior. Las hélices imaginativas de un proyecto hecho realidad. El control remoto de una obra de arte. Beatus ille.

Existen otros belenistas independientes que no forman parte de la Asociación oficial de Jerez pero se muestran igual de diestros en las filigranas de una afición doméstica sin parangón. Son aquellos innominados que todos los años renuevan el modelo del Nacimiento en sus domicilios particulares con idéntica destreza y perfeccionismo que los asociados a la entidad presidida hoy día por el bueno de Ramón García. Podría ahora enumerar cientos. Celosos mantenedores de un signo de identidad de esta bendita tierra. Gracias a quienes así obran jamás perderá rumbo este hecho diferencial que tanto nos honra y define allende nuestras fronteras. El día que tan tradicional usanza languidezca todos debemos zarandearnos, autocríticos, para armar el belén o una sonada marimorena. Uñas y dientes para que no decrezca tan elegante legado entre los jerezanos del mañana. ¡Sepamos transmitir la importancia identitaria del belenismo a la juventud que siempre pisa fuerte!

Como anunciara este periódico hace unas semanas, “la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte ha incoado el procedimiento para inscribir en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural (BIC), con la tipología de Actividad de Interés Etnológico, el belenismo en Andalucía, un bien patrimonial intangible en constante evolución y con fuerte arraigo en la comunidad andaluza”. Merecido con creces. El belenismo es cultura con mayúscula. Razón de ser cuando las Navidades alcanzan sus fechas. Distintivo y distinción de jerezanía de canela y clavo. Nostalgia y modernidad. Vida y obra. Fulgor y serenidad. Universo a escala.

Por esta razón hoy ‘Jerez íntimo’ rescata de archivos privados -gracias a la colaboración directa de Regla Prieto- esta fotografía tan original y tan desconocida a la vez. Nos remontamos al año 1986. En ella figuran belenistas supremos. Mayúsculos. Renombrados por derecho propio. Abordan la entronización de San Francisco en la provisional sede de la Plaza Esteve. Y observamos a Pepe Guerra, Antonio Romero, Miguel Pérez, Vicente Prieto, Pepe Cobos y Esteban Benítez. ¡Casi nada! La Navidad ya asoma a la vuelta de la esquina. De nuevo los belenistas de Jerez asombrarán a propios y extraños. Siempre a mayor gloria y honor de ese bebé de mofletes anacarados que vino al mundo “estando un marinerito, ramiré, en su divina fragata”.

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