Manual de disidencia
Ignacio Martínez
Pues es mentira
Al ritmo de las investigaciones vemos que el PSOE es más corrupto que ayer y menos que mañana. Como aquella frase del amor que crece, pero aquí lo único que crece son los delitos. Cada día suma un nuevo grado de descomposición moral, como si el partido hubiera firmado una suscripción mensual al escándalo. La historia reciente del socialismo español se parece más a un edificio entero alquilado por un tal ProstiSOE que a un proyecto político. En la suite de José Luis Ábalos, el ambiente olía a motel: contratos inflados, amistades que aparecían siempre de noche y ese aire pegajoso de quien confunde el cargo con la puerta trasera de un club privado. Al lado se mueve Koldo, entre comisiones, sobres, cenas interminables y esa seguridad del que cree que nunca le va a pasar nada. Tito Berni ocupa su propio reservado: alcohol, prostitutas, mensajes borrados y la sensación de que el Estado era una barra libre permanente. Y la lista continúa sin necesidad de lupa: las orgías de Roldán, los ERE andaluces, las redes clientelares que ya ni fingen y las alfombras que no tapan el barro porque debajo solo hay más barro. Lo peor es que fuera, demasiada gente observa el escaparate con pasmosa indiferencia, como si todo formara parte del decorado del país y no de su vida. Pero ellas sí hablaron. Activaron el protocolo. Denunciaron a Paco Salazar y Antonio Navarro. Mientras tanto, el feminismo oficial servía de envoltorio para un edificio que tenía la bragueta abierta. Ministras relatando insinuaciones y desprecios. Ascensos preguntando “a quién te has tirado”. Igualdad convertida en un decorado más, útil para la foto, inútil para la protección. Todo es una inversión moral: dicen defender a las mujeres mientras sus propias estructuras las arrinconan. Proclaman ética mientras sostienen un ecosistema donde el poder se mezcla con la noche, el dinero y la impunidad. Hay días en los que el partido entero parece una enfermedad de transmisión política: una PSOEndemia sin vacuna, que se expande al ritmo del siguiente caso y del siguiente silencio institucional. La pregunta no es si el PSOE defiende a las mujeres. Esa ya está respondida. La verdadera es si España quiere ser gobernada desde esa casa donde huele a billete sudado, a whisky rancio y a favores pagados en voz baja. Porque aquí no falta luz; aquí falta vergüenza.
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