Las dos orillas

José Joaquín León

La puntilla de Montilla

JOSÉ Montilla Aguilera, nacido en Iznájar (Córdoba) en 1955, nunca será Pep Montilla i Aguilera. ése es su gran problema, y uno de los grandes problemas de la España contemporánea. Tenemos a muchos Pepes (Pepes del PSOE y Pepes del Pepé), pero Pep sólo hay uno: el que gana las copas. Y eso Montilla lo sabe, y lo intenta superar. Ha sido listo para unas cosas y para otras no. Consta en su biografía que inició dos carreras (Derecho y Económicas) en la Universidad de Barcelona, y no terminó ninguna. Pero eso tampoco es determinante. Pepe Blanco (otro Pepe del PSOE) tampoco ha terminado ninguna carrera y entiende de todo, y maneja los recortes en las obras públicas. Hay lo que hay.

En Cataluña y en el resto de España hay que fastidiarse con Pepe Montilla, aunque ya le queda poco tiempo en la Generalitat. Montilla como presidente catalán fue un error de Zapatero. Desde que llegó a la Presidencia de la Generalitat, Montilla está intentando que le perdonen su vida, que nació en Iznájar, que era un charnego que hizo carrera (política, no de las otras) y que representaba más al PSOE que al PSC, más al votante emigrante de las ciudades dormitorios del entorno barcelonés que a la gauche divine del progre catalanista de toda la vida, burgués en la práctica y vanguardista en las teorías. Nunca fue un Reventós, ni tampoco un Maragall.

Y ahí le ha dolido, a él, y de rebote a toda España. Como dice Pepe Bono (uno de los Pepes listos del PSOE), la tarea de Montilla y del PSC debía pasar por ganar a los nacionalistas catalanes en votos, no en nacionalismo. Pero Montilla ha querido ser más nacionalista que los nacionalistas, precisamente porque no es catalanista de pedigrí, sino cordobés converso. Y así lleva tiempo como si fuera la reencarnación de Lluís Companys, o más todavía, y saliéndole el tiro por la culata. Fue más reivindicativo que nadie para presionar al Tribunal Constitucional; encabezó una manifestación contra la sentencia del Estatut en vez de apaciguar, y terminó esa manifestación criticado por todas partes y casi agredido por el sector más radical del independentismo catalán. Ahora, con la prohibición de los toros en Cataluña, le ha pasado algo semejante. No fue capaz de cortar el problema en su momento oportuno, y después ha votado en contra de la prohibición, cabreando a unos y a otros. Ha sido la puntilla de Montilla.

Todas las encuestas dicen que perderá las próximas elecciones, que ganará CiU. Pero antes de irse, le ha estallado en las manos la bomba de relojería política que él mismo ha fabricado. El independentismo ha crecido en los últimos cuatro años como nunca. Por desgracia, Montilla ha sido mucho peor para España que Tarradellas, Pujol o Maragall, que sí eran catalanes de verdad.

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