Era el relato

04 de noviembre 2025 - 03:06

Los titubeos del PP en Valencia, que han durado un año, son un desastre en política de comunicación. Y ahora le regalan el camuflaje mediático al fiscal general del Estado, llamado Ortiz, que no dimite ni con dinamita.

Me temo que tendré que recordar lo que propuse a Mazón en su día. La única solución a la envolvente de la posverdad que se le venía encima y a la orquestación política era el dato, que mata relato. Lo de la posverdad suena muy posmoderno, pero ya lo dijo William Shakespeare: “Tú di la verdad y avergüenza al diablo” (Enrique IV, parte 1). ¿Será demasiado ingenuo? Por supuesto, y a mucha honra, si, además, uno no se cae del guindo.

Carlos Mazón tendría que haber dicho desde el primer momento que cometió errores, aunque el peor fue mentir. Y que, en consecuencia, estaba dispuesto a dimitir de inmediato y que ahí dejaba –tenía que haber dicho y hecho– su carta de dimisión, ea, pero sin fecha, porque ponía la condición de que también dimitiesen el de la Confederación Hidrográfica, Teresa Ribera, la ministra evanescida, y Pedro Sánchez, el de la ayuda condicionada y condicionante.

Mazón habría tenido que hacerse fuerte en su debilidad. Mostrar cero apego al poder, pero un compromiso inquebrantable con la verdad, con toda la verdad y con nada más que las responsabilidades. Él no podía ser –y podía haberlo explicado– el chivo expiatorio de una tragedia de esa envergadura que dejaba en evidencia el fracaso del Estado en todos sus niveles. Mientras esperaba –sentado en la presidencia de la comunidad– a que dimitiese Sánchez, se hubiese erigido en una constante llamada de conciencia. Mientras tanto, podría haber desarrollado un ejercicio incansable y rabioso de buena gestión. Provisional, por supuesto, como es provisional todo en la política.

Sin faltar a la verdad, sin empecinarse en el error, también se puede ganar por la mano a la posverdad. Sencillamente hay que conocer bien cómo funciona el mecanismo del chivo expiatorio (haber leído a René Girard un poquito) y aprender que al diablo, que diría Shakespeare, no se le puede ganar a su juego; pero sí avergonzarlo con la verdad y ese cóctel exquisito que propuso Cristo: cándidos como palomas y sagaces como serpientes. En el PP, con Mazón, no han sido ni una cosa ni otra, y ahora van a pagar el pato (del relato).

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