Tribuna libre

Mauricio Gil Cano

Escritor

Los relatos líricos de José Antonio Sáez

Entre la idealización y la ternura, la bondad y la belleza transcurren las páginas de ‘Las puertas del cielo y otros relatos’ (Dauro, 2020), que reúne textos narrativos —algunos, de la década de los 80— de José Antonio Sáez (Albox, Almería, 1957).

Autor que ha publicado más de una veintena de libros de poesía, así como diversos estudios literarios. Sáez es un poeta hondo y espiritual, tendente al misticismo, que fundamenta en su ética su estética. Sirva lo dicho como aviso para navegantes: no nos encontramos ante un narrador al uso, sino ante relatos de intenso lirismo, delicada expresión y nobleza de sentimientos, propios de un poeta integral al que se le desborda el corazón.

Podemos distinguir una primera parte, compuesta por siete cuentos de mayor extensión y un segundo bloque, 'Narraciones recuperadas', que es una colección de ficciones más breves, algunas, verdaderos poemas en prosa. Como apunta Pedro M. Domene en el prólogo, "la frontera entre cuento y prosa poética se desvanece".

El protagonismo alcanzado por la naturaleza en estas historias da pie a bellas descripciones, no sólo del Cabo de Gata y otros parajes del sureste andaluz, sino también del entorno mítico de Doñana. En la primera narración, 'El extraviado de la Isleta del Moro', el autor se sirve del género epistolar para evocar la luminosidad de una aldeíta de pescadores adonde había ido en busca de refugio un escritor "inquieto, desasosegado, casi en continua fiebre o desazón interna, esa que llevan los creadores en su interior como una brasa ardiente que los consume y los aboca, de forma casi permanente, al desequilibrio o lo la locura, con una lucidez delirante en los momentos de creación que le llevaba a encerrarse durante meses enteros sin saber del mundo que le rodeaba".

Así está construida la narrativa de José Antonio Sáez, con pasajes iluminadores, a veces, como en este caso, sobre la condición del artista o sobre el proceso de creación, parcelas que, en última instancia, no escapan a la intimidad del autor. También las relaciones humanas entretejen la trama de relatos como el que da título al volumen o el nominado 'Virginia Woolf no pudo amarme'.

En este, el amor es un sentimiento poderoso que no llega a su culmen, arrebatado "por un carro de fuego". La recreación histórica envuelve 'El sueño de Omalquirán', que ya había sido publicado en el tomo IV de los Cuentos de la Alcazaba de Almería, en 2014. Narra el amor de "la más bella y soñadora de las princesas que hubiera existido jamás en el orbe de al-Ándalus, la hija del rey y señor de la Alcazaba".

La infancia recobrada sirve para evocar espacios y retratar figuras de mujeres que representan la encarnación de la bondad y la ternura en 'El caño de San Felipe': "por allí se perdió un niño que abría sus ojos a la vida entre gentes sencillas, humildes y esforzadas".

Las narraciones de la segunda parte proceden del blog de internet 'La mirada ausente', donde aparecieron publicadas en diferentes fechas. Son textos alegóricos, de exquisita brevedad, muchos de ellos de escasa narratividad, más próximos al poema en prosa que al microrrelato. Cuajados de simbología, que suele remitir a pasajes evangélicos. Estamos ante la obra de un moralista, en el sentido más profundo del término, que nos plantea cuestiones profundas, para reflexionar y respirar hondo tras su lectura.

Pero también ante un visionario, capaz de desvelarnos profecías, como aquella en que "se anuncia que el planeta Tierra no es sino una inmensa tumba". Ante un autor de textos sagrados, de carácter revelador. Su variedad de registros va de la más deliciosa sensualidad a la espiritualidad edificante, pasando por la graciosa sabiduría de los romances de ciego. Una obra, en fin, por la misericordia y piedad que en ella subyacen, muy conveniente para contrarrestar la extraña frialdad de los tiempos que corren.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios