Del rosario al botellón

Gran negocio este del botellón en el que muchos ganan y otros pierden, como en las guerras

José María Blanco White, ese disidente que se fue de España por chocar con la jerarquía eclesiástica y la sociedad de la época, en una de sus Cartas desde España, escribió que el rosario de la aurora era esa costumbre española ideada para no dejar dormir. Se ve que la cosa viene de largo. Igualmente en crónicas de la época se relatan actos vandálicos contra retablos callejeros y monumentos públicos como si fueran noticias de total actualidad. Blanco, tras convertirse a la religión anglicana, acabó reconociendo que ésta gozaba de los mismos excesos y defectos que la católica que había decidido abandonar. Se ve que los seres humanos no diferimos tanto de un lugar a otro, todo lo más nos diferencian el taparrabos y ciertas costumbres externas, pero en lo interior somos bastante parecidos.

Los actos vandálicos contra fuentes y monumentos públicos están a la orden del día, la recurrencia es constante sin que se entienda bien el beneficio que los gamberros sacan de ello. Y el rosario está en horas bajas, como todas las prácticas religiosas en general, salvo si nos limitamos a determinados grupos y colectivos. Incluso la religiosidad popular, totalmente respetable, no vive sus mejores momentos, salvo en lo que se refiere a actos externos en los que predomina el folclore más que la auténtica espiritualidad. Por supuesto que hay excepciones, como en todas las reglas, pero son eso, excepciones y casos concretos.

A falta de rosarios de la aurora, la juventud mejor preparada de la historia, según dicen los aduladores, ha optado por el botellón que es mucho más fácil y requiere menos concentración. Además, de lo que se trata es de mostrar a los demás lo bien que se lo pasan y de camino, como comentaba Blanco White, no dejar dormir ni descansar a nadie. Gran negocio este del botellón en el que muchos ganan y otros pierden, como en las guerras. Vendedores de alcohol hacen su agosto, el fisco recauda grandes sumas de dinero con los impuestos y los jóvenes y no tan jóvenes, se pasan la noche bebiendo y el día durmiendo sin crear ningún problema reivindicativo o de intento de cambio social. Con la llegada del verano la cultura, o subcultura, del botellón cambia de escenario. Son ahora las playas y pueblos alejados del interior los que se transforman y sufren sus consecuencias. Tanto presupuesto educativo para esto. El rosario, al menos, salía más barato.

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