La esquina
José Aguilar
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El lanzador de cuchillos
En el Campo de Gibraltar, la comarca con más paro de la Unión Europea, el narco es una industria que emplea a miles de trabajadores. Que matan, literalmente –dos guardias civiles asesinados a embestidas por el piloto de una lancha, al que los vecinos jaleaban desde la orilla– por defender el negocio. El periodista Andros Lozano, gran conocedor del submundo de las mafias peninsulares, lo narra en su libro Costo. Las leyes del Estrecho, que tuvimos el placer de presentar en MauerFest. Un alto cargo de la Guardia Civil que lucha contra el tráfico de drogas en la zona le advirtió de lo que venía: “Los narcos que operan aquí usan la misma estructura piramidal que los mexicanos y colombianos. Ahora mismo ya funcionan como cooperativa. Les falta un solo paso para convertirse en un cártel: introducirse en las instituciones. Y lo peor es que ya hay signos de que están empeñados en conseguirlo”. El fiscal jefe de Algeciras, Juan Cisneros, le confesó al reportero que “los buenos” eran impotentes ante unas bandas criminales envalentonadas y cada vez más violentas. Tras la muerte de los guardias civiles de este fin de semana, la Fiscal Antidroga de Cádiz ha mostrado también su desánimo y expresado su decepción con los políticos, que no dotan de los medios necesarios a quienes tienen que luchar no sólo contra las mafias, sino también contra la incomprensión e incluso la hostilidad de un amplio sector de la población.
Los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado ya no aguantan más. Sufren el Síndrome del Sur, similar al que padecieron los policías y guardias civiles destinados en el País Vasco en los años de plomo del terrorismo etarra. “Es una locura. Nos siguen, se saben las matrículas de nuestros coches, nos embisten con sus todoterrenos robados, turbas de 40 ó 50 personas nos lanzan piedras, nos reciben a tiros”. “No respetan a nadie. Ya nadie quiere venir destinado aquí, salvo que no tenga más remedio”. Es el testimonio de dos agentes que no quisieron revelar su identidad. Diego Colchón, un profesor sevillano que trabaja en un colegio de La Línea, es consciente de que no basta con el frente policial. La clave es la educación: “Es fundamental acabar con la cultura de veneración al narco”. En el Campo de Gibraltar hay niños que hablan de gomas y guarderías, pero no pisan el colegio.
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