¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Un nuevo héroe nacional (quizás a su pesar)
DURANTE la bonanza económica, la inmigración irregular utilizó, básicamente, los aeropuertos españoles para entrar. A pesar de que una parte de la opinión pública entendió este flujo como un problema, lo cierto es que fue una consecuencia y, a la vez, un potenciador de la propia bonanza: los inmigrantes compraban casas, generaban sus propias economías, contribuían, consumían y enriquecían al país. Es cierto que algunas nacionalidades muy concretas podían crear algunos problemas de seguridad, pero fueron mínimos. En cualquier caso, esta inmigración poco tenía que ver con la que ahora vemos en el Estrecho. Ésta obedece a un problema humanitario de extrema gravedad: cientos, si no miles, de ciudadanos de países subsaharianos se hacinan en Marruecos, en las cercanías de Ceuta y Melilla. Viven en condiciones infrahumanas y ha sido, ante el temor de que Marruecos los reparta por otras ciudades o los envíe a sus países por lo que se han lanzado este verano a cruzar el Estrecho en unas condiciones de alto peligro. Las fronteras no pueden abrirse a estos flujos, pero es bueno que la opinión pública andaluza tome conciencia de las terribles condiciones de vida de estas personas. La declaración del alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, presidente de la comisión de Exteriores por lo demás, no es que no sean convenientes, sino que son erróneas. Ni los autores de los atentados de Nueva York ni los de Londres, recientemente, ni los de Madrid habían entrado en España en barcas neumáticas más propias de las piscinas que de la alta mar. En esta ocasión, tampoco se puede culpar a Marruecos; esta vez, no está utilizando la inmigración para presionar a España en otros asuntos. Lo que es necesario es que la UE mejore su coordinación con Marruecos y España, incluyendo la aportación de fondos para encauzar bien estos flujos. Mientras África se siga hundiendo en la pobreza, España será un país atractivo para los más pobres del planeta, por mucha crisis que padezcamos.
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