Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

El síndrome 'Mercadona'

La extrema izquierda, que nos desgobierna, a más de sus muchas miserias, más que congénitas, implementadas, padece de un mal, endémico en su funesta actitud, que no ideología, que delata lo mezquino de la inmensa mayoría de los que militan en ella. Y lo es, sórdido y arbitrario, porque sus políticas no tratan de la defensa de una posición ideológica -como quieren hacernos creer-, ni de la lucha contra la opresión -de la que gustan presumir-, ni de la defensa de los más desfavorecidos -de los que abdican en cuanto mandan-; se trata, una de sus obsesiones sobre la que ahora escribo, del odio enfermizo -casi siempre lo es-, absurdo y visceral a las personas que han sido capaces de valerse por sí mismas, progresar, y triunfar, creando riqueza para la sociedad y, también, como es legítimo, para ellos mismos.

Hoy escribo sobre D. Juan Roig Alfonso, máximo accionista y presidente ejecutivo de Mercadona, que, entre los defectos que, como todos, tendrá, cuenta con tres que lo hacen “merecedor” del furibundo ataque, absurdo, estúpido y demencial, de la extrema izquierda que nos mal gobierna: ser empresario, trabajar, y tener éxito.

D. Juan es un empresario ejemplar que convirtió la empresa familiar de cárnicas en un imperio. La cadena de supermercados que preside, es muy capaz de competir con “monstruos” como, por ejemplo: Carrefour, Alcampo, Lidl o Hipercor; la cuenta de resultados de su empresa no deja de ofrecer resultados más positivos en cada ejercicio; las condiciones de trabajo de los empleados están entre las mejores del sector, sus nóminas, también; su contribución a la economía nacional es relevante: creación de miles de puesto de trabajo dignos, pago de muchos cientos de millones de impuestos cada año, y de sustanciosas tasas municipales en los municipios en los que está presente, producción de riqueza para todos, para él y sus accionistas, como es de justicia, también.

Una de las “menestras” en particular, que “okupa” un Ministerio, y el resto de sus compinches, en general, tienen puesto su miope punto de mira en este señor, cómo lo tuvieron, y tienen, en D. Amancio Ortega -dueño de Inditex-, o en cualquiera que gracias a su trabajo, esfuerzo y valía, arriesgando sus recursos y patrimonio, haya sido capaz de levantar grandes empresas que generan posibilidades de futuro e independencia económica para muchas personas y sus familias. Son, “sin duda”, “demonios capitalistas que explotan al obrero”, no cómo sus necios críticos que, muy “camaradas” ellos, y ellas, se llenan los bolsillos a base de subvenciones, dietas, comisiones o prebendas, generadas, todas, por el expolio fiscal al que nos tienen sometidos a los españoles.

El único “pecado” que este ejemplar empresario, y muchos otros cómo él, ha cometido para ser considerado “un demonio explotador” por los memos incapaces y mediocres de turno, es el de triunfar por sí mismo. Si tenía poco, pero suficiente, no se conformó: aspiró a más; si no tenía el dinero necesario, lo pidió prestado, a un banco, claro, no a los Presupuestos Generales del Estado, y lo devolvió, claro, y con intereses, también ¡”claro”!, no se “perdió”, como las cuentas del Gran Capitán, en los cajones de administraciones corruptas y rateras.

Si el señor Roig necesita asesores, los contrata, y paga sus sueldos y seguros sociales de su bolsillo; si el señor Roig necesita un coche para sus desplazamientos, lo compra, pagando su precio y también el de la gasolina que consume; si le hace falta un chófer, lo contrata, lo asegura, y desembolsa lo que corresponde; si cree conveniente realizar publicidad para su empresa, busca un profesional y le paga por sus servicios; si ha de tomar un avión, compra el billete y, por supuesto, abona su precio. No como sucede con los rencorosos “despellejadores oficiales”: ellos contratan, no uno, sino cientos de asesores -sólo Dios sabrá para qué-, y… los pagamos nosotros;

adquieren miles de coches oficiales, que también pagamos nosotros, con sus conductores y el combustible, que pagamos nosotros también, lo de darlos de alta en la Seguridad Social depende del día que les pille, hay más de uno por ahí a quien se le “olvidó” el “detalle” con su empleada de hogar; si les apetece irse a un concierto, agarran coche -oficial-, helicóptero -oficial-, y avión -oficial y privado-, el transporte, combustible y cuantioso personal para manejar tanto aparato, los pagamos, ¡como no!, nosotros; si quieren emprender una campaña de desprestigio contra un medio o periodista hostil, sacan unos millones de los socorridos “Presupuestos”, y listo; sus bolsillos permanecen siempre intocables, bueno, no: se van llenando con el peso de “dotes”, “reconocimientos”, y otras sinecuras; pero el explotador, el codicioso, el que abusa del obrero, el ”malo de la película”, es … el señor Roig, ¡claro!

Están enfermos. Padecen de mediocridad, ineptitud y odio congénito. Gracias a empresarios como D. José o D. Amancio, y muchos, muchos otros, las comunidades se desarrollan, se crea trabajo digno, la riqueza crece y el verdadero progreso es posible. A resultas de personajillos incompetentes, rencorosos y corroídos por la envidia propia del mezquino, la sociedad se lastra con el peso del inútil, la mentira del vil, y la zancadilla del miserable.

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