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Sin vaselina

Sería de esperar que las estrategias políticas estuvieran lideradas por personas más preparadas

Algo así debió pensar García Page cuando leyó las clausulas del acuerdo de Pedro Sánchez con Oriol Junqueras. Tras unas semanas de dimes y diretes entre el Palacio de la Moncloa, sede del gobierno de España, y la cárcel de Lledoners, sede penitenciaria del sedicionismo, se ha llegado a un pacto para la investidura de un presidente para el resto del país. Nunca el supremacismo pudo soñar que, desde prisión, pudiera doblegar al resto de los ciudadanos que no pensaran igual que ellos o, al menos, al resto que pensamos que todos somos iguales.

Sería de esperar que las estrategias políticas estuvieran lideradas por personas más preparadas políticamente. Pero al escuchar al candidato en el Congreso de los Diputados decir que el conflicto territorial era un problema de la última década, se nos hacía helar la sangre. ¿Quién pensaría el señor Sánchez que fue Lluis Companys o la organización terrorista ETA? Ese reduccionismo histórico de tratar de ver un problema únicamente por lo que uno mismo ha vivido de él, es algo habitual en los niños pequeños pero que suele corregirse con la madurez. Evidentemente visto así lo miembros de EH Bildu son unos cándidos compañeros de fatigas y ERC unos adalides de la igualdad y de la solidaridad. Pero a estas alturas la mentira tiene ya las patas muy cortas, incluso para estos nuevos socios del socialismo.

Las sillas han comenzado a moverse porque para cualquier andaluz, castellano o extremeño, apoyar este pacto de investidura es traicionar a su propia tierra y rendirse ante el poder independentista vasco y catalán, a sabiendas de que todos los beneficios serán para estas regiones. Tanto es así que la amenaza a Revilla, en Cantabria, ha sido inmediata por parte de este nuevo socialismo de salón: "O nos apoyas o te hundimos". Es de esperar que se le haya atragantado las anchoas a alguno que nunca pensó que gobernar, siendo la tercera fuerza en la poltrona santanderina, no exigiría sus contrapartidas algún día. Ahora vamos a ver si prima la firmeza de los principios o el ponerse firme ante el nuevo tándem nacionalista-socialista.

Probablemente sean hoy muchas familias socialistas, como las de Tomas y Valiente, Pagazaurtundua, Lluch o Múgica, las que sufran ante el apoyo de su partido por parte de los que nunca condenaron sus asesinatos. Pero esta es la triste realidad cuando se constriñe la historia de España a los últimos diez años.

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