La vida es la gente

En tránsito

10 de mayo 2025 - 03:06

La vida es la gente”, le dijo un día, en una playa de Brighton, el padre del gran Bill Fay a su hijo (lo cuenta en la grandiosa Cosmic Concerto, una de las mejores canciones de nuestra época: búsquenla en Spotify). Me he acordado de esa frase, que Bill Fay repetía una y otra vez en su canción –“La vida es la gente, la vida es la gente”–, cuando he visto a un grupo de chicos y chicas corriendo hacia el autobús para llegar cuanto antes al real de la Feria (en Sevilla ocurren estas cosas cuando llega la primavera). En una época tan sombría como la nuestra, tan llena de predicadores y de demagogos que desprecian todo lo que signifique felicidad, es un placer comprobar que los humanos estamos constituidos por un indestructible deseo de pasarlo bien. Cada una de esas personas que corre hacia la Feria, con el inalterable propósito de mirar y ser mirada, es una impugnación instantánea de toda esa retórica cargada de mentiras y de matonismo que nos quieren imponer en nuestro país. Qué maravilla que haya gente que sólo sueña con ponerse guapa y con exhibir su belleza (o con intentar revivirla). Y qué suerte que esa gente se olvide por completo de todos esos sacamantecas ideológicos que quieren imponernos la culpa y el rencor como únicos móviles posibles de la vida.

Pues no, nada de eso. Esta misma semana, el sufrido lector recordará que me burlaba aquí mismo de esos tontorrones que improvisaban bailecitos en los trenes detenidos o en las ciudades sumidas en el apagón. Y lo hacía porque su falsa alegría no era más que una excusa para imponernos los tétricos designios de su ideología (una ideología, por lo demás, que nos lleva inevitablemente a vivir como en el Tercer Mundo). Pero esto de hoy es una cosa muy distinta. La alegría de la gente que se pone guapa y que sólo quiere ir a mirar y a ser mirada es un antídoto infalible contra toda esa ideología victimista que nos quiere imponer la pobreza y la culpa y el sufrimiento. Al diablo con el resentimiento. Al diablo con el victimismo. La vida es la gente, la vida es la gente, tal como decía el gran Bill Fay, quien por cierto murió hace muy poco después de haber vivido prácticamente en la oscuridad absoluta a pesar de que era uno de los mejores músicos de nuestra época. Y sin quejarse jamás, sino simplemente dando gracias a Dios (era muy cristiano) por el privilegio de estar vivo.

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