Aunque en la legislatura pasada ya se había enunciado en alguna ocasión, ha sido en los últimos meses, después de las elecciones que el pasado 19 de junio le dieron la mayoría absoluta, cuando el presidente de la Junta, Juanma Moreno, ha reivindicado con más fuerza el concepto del nuevo andalucismo como uno de sus ejes de actuación. Es oportuno en este 28 de febrero, en el que se cumplen 43 años del referéndum que abrió las puertas a una autonomía de primer nivel, valorar ese andalucismo como una realidad política transversal que ya está fuertemente asentado en el alma colectiva de los andaluces, independientemente de su adscripción política y de sus preferencias electorales. Es nuevo porque supone la superación de viejos clichés basados en los enfrentamientos entre partidos y porque no se dirige contra nadie. Todo lo contrario: tiene un sentido aglutinador. El 28-F no puede ser ya un hito que divida a los andaluces de hace casi medio siglo en héroes y villanos o que viva del agravio permanente, mirando con recelo lo que se hizo o se hace en otras comunidades. Sin perder la perspectiva de la historia que nos precede, porque así entenderemos los orígenes de nuestros problemas y estaremos más cerca de las posibles soluciones, tiene que ser la fecha que nos recuerde que somos una comunidad con muchos retos por delante. El Día de Andalucía es una fecha para reivindicar que la región necesita políticas audaces y eficaces que la saquen de los últimos puestos de las estadísticas nacionales de riqueza y bienestar. Y que ese es un empeño que debe estar dirigido desde un Gobierno con ideas y con capacidad de emprendimiento, pero que implica a toda la ciudadanía. Hay un enorme potencial de crecimiento en todos los órdenes que debe ser aprovechado con todos los instrumentos a nuestro alcance. Ese proyecto colectivo de avance económico y social es la única forma de entender el andalucismo del siglo XXI.