Editorial
El funeral de Valencia
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Felipe VI volvió ayer a Valencia en su segunda visita tras la terrible DANA que se ha cobrado la vida de más de 220 personas. Aunque en esta ocasión el objetivo de la visita del Monarca era inspeccionar los trabajos de ayuda y reconstrucción que están desarrollando en la zona los efectivos desplegados por las Fuerzas Armadas, los sucesos ocurridos durante el domingo 3 de noviembre han dado a este viaje un carácter especial. La presencia del Rey corrobora que la Corona ha estado desde el primer momento donde debía: con los damnificados para expresarles la solidaridad de toda la sociedad española y con los numerosos efectivos desplegados para combatir los efectos de la catástrofe. Es la representación máxima del Estado la que arropa a las víctimas y se sitúa al frente de del movimiento de ayuda que ha movilizado a todo el país. En un momento de grave crisis institucional, provocada por la actuación del Gobierno de la nación y del de la comunidad autónoma, estos mensajes adquieren un valor especial. La visita de ayer significa, además, una clara línea de continuidad con la anterior. Cuando hace diez días los Reyes recorrieron parte de la zona del desastre dieron una lección de empatía con su pueblo. Mientras el presidente Pedro Sánchez tuvo que ser evacuado por los servicios de seguridad y Carlos Mazón, titular de la Generalitat Valenciana, intentaba pasar lo más desapercibido posible, Felipe y Letizia aguantaron a pie firme, en primera línea, la furia de los vecinos y ofrecieron consuelo a los que se les acercaron. La Corona dio ese día una lección de compromiso institucional. Valencia, al margen de la tremenda convulsión social que ha provocado, ha puesto a prueba la fortaleza de los mecanismos del Estado como pocos acontecimientos anteriores de la historia de España. No es muy arriesgado afirmar que, entre todos ellos, los que atañen a la Corona son los que con más alta nota han cumplido sus funciones.
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