Alberto Núñez Feijóo Alberto Núñez Feijóo

Alberto Núñez Feijóo

El relato de la peripecia vital de Alberto Núñez Feijóo es, en buena medida, el de la historia de su generación: la del baby boom; esa que recibió de sus mayores un país en mantillas y se dispone a entregarlo próximamente a sus hijos convertido en una democracia consolidada que es, además, la decimosegunda potencia económica mundial.

Conocí brevemente al personaje hace unos años en Sevilla, poco antes de que alcanzase contra pronóstico la Presidencia de la Xunta de Galicia. Recuerdo de aquel día que unos minutos de conversación me bastaron para advertir la gran proyección que en el futuro tendría.

Nació Núñez Feijóo en 1961 en Os Peares, una pequeña localidad de 300 habitantes situada entre las provincias de Lugo y Ourense, en el extremo occidental de la Ribeira Sacra, donde se funden el Miño y el Sil: un enclave natural de extraordinaria belleza presidido por el puente de hierro del ferrocarril, el gran embalse construido en 1955, y los mágicos monasterios que se fundaron en esos parajes en los primeros tiempos de la Reconquista.

No es fácil hacerse hoy en día una idea de lo que era la Galicia rural y profunda en aquella época pretérita. En una España empobrecida, cuando aún no había transcurrido ni un decenio desde el final del bloqueo que sufrió nuestro país tras la II Guerra Mundial, Galicia era la región más desfavorecida, la más injustamente olvidada por la Dictadura, la más aislada y, por todo ello, la más castigada por la emigración de sus hijos que, por aquellas fechas, hacían las maletas en masa para irse a trabajar a otros países de Europa, desde donde, con su sacrificio personal y tremendas penurias, ayudaron a aliviar muchas de las que dejaron atrás.

En ese entorno humilde y difícil, nació y se crió junto con su hermana Micaela el hijo de Sira y Saturnino, correteando alrededor del mostrador del colmado de aldea que regentaba su familia. Una vida de dificultades que, sin duda, lo forjaría.

El día en que cumplía 10 años, gracias a la intervención de un familiar que era miembro de la Congregación y a que el niño era despierto, Alberto dejó la casa familiar camino de León, donde pasaría los años siguientes interno en los Maristas. En esos tiempos, sin duda también difíciles, se encuentran seguramente las fuentes de algunos de los rasgos más característicos de su personalidad: el profundo amor por su tierra gallega, y la tenacidad, la perseverancia y el espíritu de sacrificio que adornan la de muchos de sus hijos.

Tras finalizar sus estudios en el 79, inició la carrera en Compostela, la recién estrenada capital de una Galicia que, por aquel entonces, buscaba con ansia su identidad. Era Santiago, en aquellos años, una ciudad pequeña, provinciana y cuajada de estudiantes, que vivía completamente ajena a un Camino que, con el paso del tiempo, había caído en el olvido. De aquella época de estudio y compañerismo, de pisos y paseos por el Franco y la Raíña, entre las viejas piedras de la vetusta Facultad de Derecho, quedarán en el recuerdo de Núñez Feijóo las calles mojadas, la lluvia constante, y la gran ilusión que los más jóvenes teníamos por escribir el futuro de un país en el que casi todo estaba por hacer.

Al terminar la Universidad, empezó desde abajo su carrera administrativa en la Xunta -apenas constituida 4 años antes con la aprobación del Estatuto-, que le llevaría a conocer en un pasillo, en 1991, al que sería su mentor, José Manuel Romay Becaría: un encuentro que cambiaría su vida.

Con su apoyo, inicia una meteórica carrera política que lo llevaría desde la Secretaría General de la Consellería de Sanidad a la presidencia del Insalud, primero, y de Correos, después. De regreso a Galicia tras la victoria de Zapatero en las generales de 2004, fue conselleiro y vicepresidente de la Xunta hasta que, en un reñido congreso, en el que compitió con otros tres aspirantes, se hizo, tras la retirada de Fraga, con el control del PP regional. Desde esa atalaya, en 2008, consiguió arrebatarle el Gobierno autonómico a la coalición de socialistas y nacionalistas que se había formado 4 años atrás, con una inesperada mayoría absoluta que repetiría, en circunstancias muy difíciles, en dos ocasiones más.

Es, por lo demás, Alberto Núñez Feijóo, según dicen los que le conocen bien, persona con una enorme capacidad de trabajo, alto sentido del servicio público al que se ha consagrado, carisma, grandes dotes de liderazgo, y la determinación necesaria para conseguir todos los objetivos que se ha marcado. En las distancias cortas, resulta ser un personaje atractivo, con encanto personal, buen conversador, emotivo, y fiel exponente de esa gracia individual que es la retranca gallega.

En definitiva, un luchador nato, tocado por la vara de la diosa Fortuna que, como bien decía James Russell Lowell, no es otra cosa que el báculo en el que se apoyan los audaces.

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