Tribuna

Juan Cano Bueso

Catedrático de Derecho Constitucional

Andalucía, 1982: el año de las luces

1982 es el año mágico en que Andalucía pudo por primera vez en su historia ver cumplido su sueño como comunidad política

Andalucía, 1982: el año de las luces Andalucía, 1982: el año de las luces

Andalucía, 1982: el año de las luces / rosell

Casi sin darnos cuenta, sumergidos en el plácido adormecimiento que vive la sociedad andaluza, hemos cumplido a lo largo de este año el cuarenta aniversario del proceso de institucionalización de Andalucía como Comunidad Autónoma. Un sueño hecho realidad que, debido a dificultades de todo tipo, no estuvo al alcance de los pioneros de la lucha por el autogobierno para Andalucía, algunos de los cuales, Blas Infante a la cabeza, pagaron con su vida la prosecución de tal empeño. Sin embargo, ni la Guerra Civil ni la larga noche del franquismo, consiguieron doblegar la voluntad de un pueblo de autogobernarse en libertad y solidaridad con el resto de los pueblos de España, realidad que solo pudo verse plasmada tras la recuperación de la democracia y en el marco de la Constitución de 1978.

Pero las nuevas generaciones deben saber que el autogobierno que disfrutamos hoy no surgió por generación espontánea. A nivel popular todo empezó cuando el 4 de diciembre de 1977 la Asamblea de Parlamentarios andaluces y siete partidos políticos convocaron las primeras manifestaciones multitudinarias a favor de la autonomía para Andalucía. A partir de ahí, los andaluces protagonizaron una rebelión popular por no perder el tren de la historia, por no quedar una vez más a la vera del camino del progreso y del bienestar social, por no seguir siendo la eterna olvidada que surtía de mano de obra barata a las regiones ricas de España. Esta movilización cívica y democrática, librada por los partidos y sindicatos progresistas (PSOE-A, PCA, PSA, PTA, UGT-A, CCOO-A, SOC) contra el centro-derecha centralista (UCD y AP), dio al fin sus frutos y Andalucía pudo acceder al máximo nivel de autogobierno por la vía del artículo 151 de la Constitución y aprobar un Estatuto de Autonomía donde se establecía la arquitectura institucional (Parlamento, Presidente de la Junta, Consejo de Gobierno y Tribunal Superior de Justicia) así como el listado de competencias propias que pasaban a ser gestionadas por la Junta de Andalucía. A ello contribuyó, también, Manuel Clavero y sus seguidores, que abandonaron UCD y se sumaron a la lucha por la autonomía plena.

1982 es el año mágico en que Andalucía pudo por primera vez en su historia ver cumplido su sueño como comunidad política. Así, el 11 de enero el BOE publicó su Estatuto de Autonomía, el 23 de mayo se celebraron las primeras elecciones de la historia de Andalucía, el 21 de junio se constituyó el primer Parlamento, el 30 de junio se celebró el primer Pleno extraordinario para designar la capitalidad y las sedes de las instituciones y el 14 y el 15 de julio tuvo lugar el debate de investidura del Presidente de la Junta en la persona de Rafael Escuredo, líder político y social del proceso autonómico andaluz, la persona que mejor supo interpretar la voluntad de autogobierno y al que los electores premiaron (a él y a su partido) con una extraordinaria victoria en las urnas.

En efecto, de los 109 diputados a elegir, el PSOE-A lograba una amplia mayoría absoluta de 66 escaños, seguido a gran distancia por Alianza Popular con 17; UCD, 15, PCA, 8 y el PSA, 3. Era la primera mayoría absoluta que un partido conseguía desde las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977. El PSOE-A ganaba abrumadoramente en todas las circunscripciones y en cinco de ellas (Granada, Jaén, Huelva, Málaga y Sevilla) superaba ampliamente el listón del 50% del voto emitido. Los socialistas obtuvieron casi un millón y medio de votos (52,6%), seguidos a gran distancia por Alanza Popular (17%). La gobernante UCD se hundía (13%) y el PCA quedaba lejos de sus expectativas (8,5%). Siendo unas elecciones autonómicas, el PSA obtenía el último lugar de la representación en el Parlamento con el 5,4% de los votos. El supremo tribunal de la ciudadanía había puesto a cada uno en su sitio. Esta es la verdad histórica que -citando palabras del propio Presidente Escuredo- ni prescribe ni caduca.

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