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Tribuna

José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

Paz a los hombres de buena voluntad

Navidad es paz y amor, es luz y reconciliación, es alegría y esperanza, es la gran noticia de la encarnación y el nacimiento de Jesucristo

Paz a los hombres de buena voluntad Paz a los hombres de buena voluntad

Paz a los hombres de buena voluntad / rosell

Tom Creen es un amigo mío que vive en Ucrania. Nacido en Chicago, forma parte de Miles Iesu, un instituto católico de vida consagrada fundado en los Estados Unidos de América, y también pertenece al Movimiento Cursillos de Cristiandad. El año pasado vino a verme a Sevilla después de que se produjera la invasión rusa. Visitó a todos sus conocidos y amigos para recabar ayuda, y después volvió a Ucrania. También conocí a las familias que la Hermandad de Santa Marta trajo a Sevilla al poco de estallar el conflicto. Han pasado 10 largos meses, pero en estos días me acuerdo de todos ellos, y no dejo de preguntarme cómo podrán celebrar allí la Navidad estos hermanos nuestros, ellos y tantos otros que viven en lugares devastados por conflictos armados.

Navidad es paz y amor, es luz y reconciliación, es alegría y esperanza, es la gran noticia de la encarnación y el nacimiento de Jesucristo. Contemplamos especialmente el amor de Dios: un amor eterno e infinito, un amor tan grande y tan profundo, que sobrepasa nuestras capacidades y valoraciones, pero que podemos intuir en la ternura de un niño que nace y que es el Hijo eterno de Dios que entra en el tiempo; el omnipotente, que se hace debilidad; el infinito, que asume una naturaleza humana; el Dios trascendente que comparte nuestra condición humana, que se encarna en nuestra historia.

El profeta Isaías nos recuerda que "el pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz". La luz de Israel y de todas las naciones será el Mesías. En el evangelio de san Juan, Jesús afirma: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no caminará a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida". Caminar en la luz significa obrar de acuerdo con la verdad. Hace dos mil años, en el humilde pueblo de Belén, brilló la luz que el mundo esperaba y necesitaba. La luz de aquel niño ha envuelto a lo largo de la historia a muchos hombres y mujeres que han sido transparencia de paz y de amor. Ser luz, decía San Juan XXIII en su radiomensaje de Navidad de 1960, equivale a pensar, honrar, decir y hacer la verdad, en cada circunstancia que nos toque vivir, y también consiste en no pactar ni asociarnos con la esterilidad de la mentira, eventual o establecida, sino denunciarla con valentía para que la luz la transforme.

Entre los títulos que el profeta Isaías otorga a este niño, le llama también Príncipe de Paz. Éste es el anuncio de los ángeles que acompañó el nacimiento de Jesucristo: "En la tierra paz a los hombres de buena voluntad". Es un mensaje de esperanza que viene de Belén y que resuena siempre actual: Dios ama a todos los hombres y mujeres de la tierra y los llama a vivir en paz, formando una gran familia. Este amor suyo, manifestado en el Hijo recién nacido, es el fundamento de la paz. Este amor debe llevar a la reconciliación de cada persona con Dios, consigo misma, con los demás y con la creación, y de este modo se harán nuevas las relaciones entre las personas y podrán vivir como hermanos superando todo tipo de violencia, de conflicto, de guerra.

La paz es una de las aspiraciones más profundas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, y es el deseo de Dios para sus hijos. Debemos pedir a Dios una y otra vez el don de la paz y debemos trabajar en la construcción de la paz: desde los cimientos de la verdad, de la justicia, el amor y de la libertad; educando en la solidaridad, en la conciencia de que la humanidad es una familia que debe compartir sus bienes; desde una reorientación y un replanteamiento de la actividad económica.

Para poder construir la paz es necesario, a su vez, avanzar por el camino del perdón, de la purificación de la memoria y el olvido de las ofensas para no caer en una dinámica de revanchas continuadas. La educación para la paz es una asignatura continua, una formación permanente sobre todo para niños y jóvenes. Se convierte en un compromiso por parte de todos a través de una pedagogía del diálogo y la mediación. Sigamos el ejemplo de Cristo, mediador entre Dios y los hombres, que ha venido al mundo para unir lo que había quedado dividido, que ha venido a traer la paz.

Espero que mi amigo Tom Creen pueda celebrar la Navidad en Ucrania; lo mismo deseo para nuestros hermanos de Siria, Yemen, Afganistán, República Democrática del Congo, y otros países asolados por diferentes conflictos. En esta Noche Buena resuena de nuevo el coro de ángeles que proclama: "Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad". ¡Santa y Feliz Navidad!

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