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Cuando en 2015, a los noventa y seis años, moría en París Louisa Colpeyn, actriz y madre poco convencional del escritor Patrick Modiano, con quien mantuvo una relación más que distante, muchos se enteraron de que no era solo un personaje de las novelas del premio Nobel. Sin embargo, ni estas cuestiones familiares ni tampoco su carrera como actriz de carácter en películas y obras de teatro, en las que nunca logró un papel de protagonista a pesar de actuar para Jean-Luc Godard en Bande à part, explicarían dedicarle atención si no fuera por su doble condición de personaje real y de integrante del especial dramatis personae de la literatura de su hijo. Y es que la vida de la madre de Patrick Modiano, nacida en Amberes como Louisa Colpijn en una familia flamenca, ciertamente es bastante modianesca y representativa de la época.
Tras una discreta carrera como artista de reparto, vivió los primeros años de la Ocupación alemana en Bruselas trabajando en la radio y en el teatro, al tiempo que frecuentaba amigos tanto judíos como de la Resistencia. También parece que tuvo algún novio alemán como el desconocido sonderführer de la Propaganda Abteilung que le proporcionó trabajo en espectáculos de music hall para los soldados del Muro del Atlántico, donde cantaría Lili Marleen o J’attendrai, el éxito de Rina Ketty que hacia soñar a los soldados. Probablemente fuera el mismo que le consiguió una entrevista en la entonces activa productora Continental Films, la empresa de cine alemán en París dirigida por Alfred Graven, quien controlaba el cine francés y de la Europa del Nuevo Orden. En el verano de 1942, cuando parecía que el Reich era invencible tanto en las estepas rusas como en los desiertos africanos, Louisa Colpeyn llegó al París ocupado más oscuro y siniestro, el de los années noires del racionamiento y los toques de queda, en el momento en que la Redada de Primavera llenaba de judíos el Vel d’Hiv y los campos de Drancy y Pithiviers previos a la deportación al Este, de donde no se regresaba. Un París de atmósfera turbia que luego se convertiría en escenario de las novelas de su hijo Patrick Modiano.
Aunque la entrevista con Graven no resultó del todo satisfactoria, Louisa fue contratada en la Continental Films como dobladora de películas, lo que le permitió quedarse en la capital francesa. No tardó en acudir a una de las frecuentes fiestas que celebraban los jóvenes parisinos para hacer más llevaderos el toque de queda. La reunión parece que se celebró en el piso de Toddie Werner, una judía alemana que vivía en Passy, donde apareció entre los invitados un joven de origen griego y medio judío llamado Albert Modiano. Un tipo, si hemos de creer a su hijo, que andaba en tratos con las oficinas de compra y el mercado negro montadas por los alemanes, y con amistades poco recomendables entre los gánsteres de la rue Lauriston y algunas de las llamadas “condesas de la Gestapo” como Sylviane Quimfe o Mara Tchernicheff, quienes le ayudarían a esconder su origen judío bajo una identidad falsa. Louisa Colpeyn y Albert intimaron pronto, instalándose en el apartamento de ella en el 13, Quai de Conti, que había ocupado el escritor Maurice Sachs antes de la guerra, y que no tardaron en abandonar debido al cerco de la policía de asuntos judíos. Tras esconderse en distintos lugares, regresaron a París con la Liberación y un año después nació su hijo Patrick en el industrioso suburbio parisino de Boulogne-Billancourt, arrasado por los bombardeos aliados que buscaban la fábrica Renault. Louisa no tardó en recuperar su carrera artística, lo que le llevó a realizar largas giras teatrales y a dejar a sus hijos con amigos tan poco convencionales como los que aparecen en la magnífica Remisión de condena, o con la portera de Casa Montalvo en el Biarritz algo melancólico de los cincuenta. Mientras, sus relaciones con Albert Modiano eran cada vez más distantes de manera que en 1960, tras morir su hijo pequeño Rudy, se separan definitivamente, iniciando Louisa Colpeyn una relación con el escritor Jean Cau.
La distancia con su hijo Patrick, tras una tormentosa convivencia durante los primeros años sesenta se confirma, de manera que desde entonces sus contactos serán casi inexistentes.
Louisa Colpeyn, convertida en actriz de carácter, asistió a su conversión en personaje de las obras de su hijo. Primero asomó de forma discreta, en Poupée blonde, luego, flotando en el ambiente, en Remisión de condena. Más tarde aparecería, ya sin apenas sombras ni veladuras, aunque en la literatura de Modiano todo es posible, en Libro de familia y, sobre todo, en Un pedigrí. Su remate vendría después de su muerte en Nos débuts dans la vie, una obra de teatro que es un ajuste de cuentas del Nobel con su madre y Jean Cau. Aquí culmina, de momento, la autoficción de Patrick Modiano, que recoge la vida de “esa joven hermosa de corazón seco” que había conocido a un judío durante la Ocupación, una época intensa que el escritor considera como propia.
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