Recuerdos entre libros (en el Día Internacional de las Bibliotecas)

Recuerdos entre libros
Ramón Clavijo Provencio

No sé con exactitud cuándo comenzó mi afición por la lectura, pero sí tengo claro que algo tuvo que ver en ello aquella pequeña biblioteca, apenas una estantería en la habitación que hasta ese momento había servido como depósito, y que Rafael Parodi el maestro de la escuela Carola Ribed de Cádiz, comenzó a llenar con libros de todo tipo.

Parodi, excelente dibujante y luego profesor en la Escuela de Bellas Artes de la mencionada ciudad, no dudo en traerse libros de su domicilio cuyas bellas portadas nos incitaban a mis compañeros y a mí (bueno, a unos más que a otros) a conocer las historias que escondían en sus páginas. El último mohicano, La Odisea, Los viajes de Gulliver, Las aventuras de Miguel Strogoff, entre otros, fueron algunos de esos libros que descubrí en mi primera etapa como lector, cuando apenas tenía 9 años, a mediados de la década de los 60 del siglo pasado.

Algunos años después me recuerdo ojeando una edición plagada de excelentes ilustraciones del Poema de Gilgamesh en la biblioteca del Instituto Columela de Cádiz. Aquella ya era una biblioteca bien surtida aunque lamentablemente la mayoría de los que la visitaban eran alumnos castigados por tal o cual diablura a pasar allí algunas horas, lo que no era el mejor sistema para incentivar a la lectura. Tenía la costumbre de visitarla cuando el tiempo entre clase y clase se dilataba. Me recreaba contemplando las estanterías, buscando entre los lomos de los libros que las llenaban los de viajes o aventuras, y todo bajo la vidrioso mirada de los numerosos animales disecados que se distribuían por la estancia y el rumor del cercano mar.

Pero el inevitable paso del tiempo fue dejando atrás estas primeras bibliotecas al tiempo que fui conociendo otras que también dejaron una muesca en mi memoria: la Municipal de Cádiz cuando provisionalmente se ubicaba en la plaza del Palillero de la capital gaditana, donde recalé buscando un libro del oscuro filosofo Adolphe Gratry por razones académicas y terminé enfrascado en las Noticias secretas de América, una vieja edición que recogía las exploraciones de los marinos Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Luego vendrían mis idas y venidas, con la misma rapidez que iban pasando las estaciones, a la Biblioteca Provincial en el periodo que estuvo situada en el Palacio de la Diputación o la del Colegio Universitario de letras en la Caleta gaditana donde pasé gratas horas de lectura a la vez que forjaba entrañables amistades.

Ya en mi juventud fui usuario de otras bibliotecas, entre ellas la Pública del Puerto, donde conocí a la gran bibliotecaria Pilar Alcina, Los Barrios o Sevilla, entre otras, hasta que por una inesperada jugada del destino me vería vinculado profesionalmente con una de las más relevantes bibliotecas de Andalucía, la Municipal de Jerez, mi lugar de trabajo durante décadas, aunque esa ya sea otra historia.

Hoy, cuando echo la vista atrás en este Día de las Bibliotecas, no puedo dejar de reconocer el importante papel que estas han tenido en mi devenir personal y como las bibliotecas públicas, más allá de la falta de medios coyunturales, las nuevas tecnologías o las profecías sobre el futuro de la lectura, siguen siendo tan necesarias como en aquellos lejanos días de mi infancia, cuando Rafael Parodi llenó de libros el pequeño depósito de una escuela y lo trasformó en una biblioteca.

También te puede interesar

Lo último

stats