Turismo: el motor que España no puede permitirse ignorar
Mientras la mayoría de las comunidades autónomas y ciudades autónomas firman un Manifiesto en defensa del sector, la errática política del gobierno socialista pone en riesgo una industria vital, utilizada como cortina de humo frente a escándalos y una gestión marcada por la improvisación
En pleno siglo XXI, parece increíble que alguien tenga que recordar la trascendencia de la industria turística en España. Sin embargo, aquí estoy: escribiendo en defensa de un sector que no solo es estratégico, sino que constituye uno de los pilares del desarrollo económico y social más sólidos del país. Andalucía, Canarias, Cataluña, Baleares, Valencia y otras regiones dependen de manera directa de este sector para generar empleo, atraer inversión y proyectar la imagen internacional de España. No hablamos de cifras menores: miles de millones de euros de ingresos, millones de empleos, miles de empresas, y un flujo continuo de visitantes que sostiene la economía local y nacional.
La capacidad tractora y transversal de la industria turística está objetivamente reconocida confirmándose que genera rendimientos, en forma de empleo y riqueza, en sectores tan diversos de la economía española y andaluza como la metalurgia, la fabricación de muebles, los cosméticos, la agroalimentación o el transporte de personas y mercancías, por citar solo algunos.
A pesar de su importancia indiscutible, el turismo ha sido en estos últimos años, objeto de ataques bajo intereses espurios y está sufriendo cuanto menos, una preocupante desatención de algunos ministerios del gobierno central y, en general, desde diferentes posiciones políticas de la izquierda española: declaraciones contradictorias, propuestas de regulación improvisadas, búsqueda de culpables y la falta de un plan coherente han generado incertidumbre tanto en profesionales, empresarios y trabajadores del sector como en los propios viajeros. La situación se agrava por la connivencia del propio Ministerio de Turismo, que debería actuar como garante y promotor del sector, pero que ha permitido, por acción u omisión, que estas políticas erráticas se traduzcan en pérdidas económicas y reputacionales incalculables.
En respuesta a esta situación, la mayoría de las comunidades autónomas y las dos ciudades autónomas, que representan conjuntamente más del 75% de la economía del turismo de España, han suscrito esta semana un Manifiesto en favor del Turismo, dejando claro que existe un consenso regional sobre la necesidad de reconocer, proteger y potenciar esta industria como sector de sectores. Este gesto pone de manifiesto la incapacidad del gobierno central de ofrecer liderazgo y coherencia en un sector que debería ser prioritario, y evidencia cómo la política turística ha sido manoseada y utilizada, en demasiadas ocasiones, como cortina de humo ante los escándalos de corrupción y la gestión socialista hipotecada por intereses partidistas y decisiones erráticas e irresponsables.
El turismo es sol y playa, sí. En Andalucía lo afirmamos con orgullo. Pero es también cultura, gastronomía, innovación, infraestructuras y proyección internacional. Su relevancia va más allá de los balances económicos: representa un factor de cohesión y de justicia territorial, un motor para el empleo juvenil y una herramienta para combatir la despoblación en muchas regiones. Ignorar su importancia, o tratarlo como un recurso negociable a conveniencia de una política con minúsculas, equivale a poner en riesgo una de las bases más sólidas de nuestra economía. Es hora de que el gobierno central deje de ver el turismo como un elemento decorativo o, peor, como un instrumento de distracción ante su propia inoperancia.
Andalucía y España en su conjunto, con su riqueza cultural, patrimonial, gastronómica y natural, merecen claras, estrategias dialogadas y consensuadas -no impuestas- y sostenibles que protejan, cualifiquen y potencien este sector. El Manifiesto firmado por las comunidades autónomas es un recordatorio: el turismo siempre será parte de la solución. La industria turística quiere liderar y tiene vocación de “servir” como palanca de transformación de la economía y la sociedad andaluza y española y quienes la desatienden o la demonizan, culpabilizándola irresponsablemente de todos los males, están poniendo en peligro nuestro futuro.
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