Tribuna

Manuel Bustos Rodríguez

Catedrático Emérito de la Universidad CEU-San Pablo

El vuelco americano

Asistimos una vez más a un vuelco político: el abandono del voto de centroderecha para entregarse de nuevo en manos de la izquierda, esta vez según el modelo populista

El vuelco americano El vuelco americano

El vuelco americano / rOSELL

Desde hace ya bastante tiempo, y es algo compartido por muchos más, no puedo evitar una sensación de tristeza y, a la vez, de rabia, a la vista de la situación de Iberoamérica. Se trata de un continente por lo general bastante rico, con abundantes materias primas, riquezas minerales y gente afectuosa. Sin embargo, pasan los años, las décadas, y sigue sin poder levantar cabeza. Por los años sesenta y setenta abundaron los golpes de Estado, sin que se lograra llegar a una etapa de estabilidad que durase más allá de una o dos legislaturas. Con posterioridad la democracia pareció asentarse en ella, pero la corrupción, la presión social y la guerrilla, continuamente hostigando, terminaban por generar de nuevo inestabilidad. Parece ser el sino de esos países hermanos.

Cuando comenzaron a producirse las acciones independentistas en las primeras décadas del siglo XIX, muchos creyeron o, al menos, como tal lo presentaron, que con la creación de las nuevas naciones vendría un tiempo de prosperidad una vez liberados del yugo hispano. Sin embargo, sabemos que no fue así.

En varios de estos territorios, al poco de conseguirse la independencia, vino un período de luchas intestinas para hacerse con el poder e imponer el modelo político de su preferencia (panamericanismo, federalismo, centralismo, etc.). En muchos casos se convirtieron en auténticas guerras civiles, como, de hecho, también lo habían sido los movimientos independentistas contra la Madre Patria que la precedieron. Con posterioridad, las trayectorias posindependencia han venido siendo muy diferentes según los países, pero casi siempre con un mismo denominador común. En unos, como Argentina o Chile, se consiguió una estabilidad prolongada con períodos de manifiesta prosperidad, en otros, en cambio, se continuó ranqueando durante largos años sin lograr el remonte. Luego, tanto en Argentina como en Chile, se entraría otra vez en zozobra con sendos golpes militares de Estado muy cruentos, aunque después la situación se estabilizase temporalmente.

En cualquier caso, la mayoría los países iberoamericanos continúa a día de hoy sin sacar el partido que sus grandes posibilidades (extensión, riqueza, población joven, etc.) podrían proporcionarle. Sigue, pues, lejos de elevarse hasta la altura de los países más desarrollados de Occidente. No logra del todo una justa combinación de estabilidad política y social con un desarrollo más firme de su economía y una mayor justicia social. Al contrario, la sensación que se percibe es la de estar dando vueltas siempre a la misma noria.

Es muy difícil que la derecha llegue a gobernar uno de esos países durante largo tiempo. Y no solo por la carencia de buenos gobernantes, sino por las corruptelas, la incapacidad para crear una mayoría social de clase media culta, solvente y próspera, o de hacer desaparecer las agudas desigualdades sociales. De otra parte, son frecuentes las caídas en los mismos intentos errados de solución de siempre de mano de las izquierdas. Es decir, de las recetas de la victimización (los gringos nos explotan, los españoles nos robaron y masacraron, etc.), de más Estado y menos sociedad civil, de una enseñanza muy precaria y del fomento de la pasividad (salvo la reiterada reivindicación) y la dependencia entre la ciudadanía.

En los últimos años, asistimos una vez más a un nuevo vuelco político: el abandono gradual del voto de derecha y de centroderecha para entregarse de nuevo en manos de la izquierda, esta vez según el modelo populista. Así, el ejemplo cubano, a pesar de los cerca de 70 años de poder comunista y de la precaria situación socioeconómica del país, sigue irradiando por todo el continente iberoamericano, bien es verdad que, con adaptaciones al modelo bolivariano, menos ortodoxo, coincidiendo con una presión más reducida de los EEUU. Venezuela ha puesto en marcha el proceso, y a él se han ido sumando países como Bolivia, Perú, Nicaragua, México, Chile y, más recientemente, Colombia. En los próximos años es posible que caigan también en la red Ecuador y Brasil.

El problema más grave de esta nueva reversión, además de su alcance, es que el sistema ya ha sido probado con nulo éxito, y no solo en el continente, sino también fuera de él, y ello sin tener en cuenta las grandes limitaciones que presentan sus líderes. Lo único que cabe esperar para los próximos años es un ahondamiento en la falta de libertades, retroceso económico y mayor dependencia y empobrecimiento. Si es cierto que el hombre es el único animal que tropieza en la misma piedra; lo mismo puede decirse de las naciones. La Historia, ahora con diferentes protagonistas, en este caso, sí que se repite. Lástima de nuestra querida América, siempre, o casi, cumpliendo con su malhadado ciclo.

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