El sueño es una cuenta atrás
Opinadores
Hasta no hace mucho, cuando mi vida era sobre todo laboral, el anuncio del verano suponía una cuenta atrás, con el cero final situado allí en el primer día de las vacaciones. Se avizoraba en el horizonte, bien que aún lejano, la llegada cierta de un periodo en el que la libertad sería posible, feliz, estupenda, en el que los viajes reinarían en días sin horas, o en el que las horas serían elásticas, flexibles, inexistentes o eternas, líquidas como las bebidas que adornarían nuestros atardeceres en paisajes mediterráneos, cálidos y dionisíacos. La especie de cárcel poco rigurosa que era el trabajo, a veces pesante como un calor tórrido sin sombrilla, se aliviaba con el frescor de los planes que incluían tanto caminatas como mañanas de tumbona, mediodías en tabernas y tardes de paseo. ¡Era el futuro próximo y soñado! En él no había lugar nada más que para nosotros mismos y, en todo caso, existía el hueco que les hacíamos a los amigos reencontrados y que tienen siempre su sitio reservado..
Era entonces la certeza de que el asueto, el permiso que se concedía a nuestra encadenada vida de currante una vez al año, era el estado natural del Hombre, entendido no como género sino como especie que supuestamente había evolucionado. Aunque nos preguntáramos a cada paso, como Yuval Harari, en qué momento y lugar los humanos habíamos decidido abandonar nuestro arcádico y feliz estado de cazador y recolector para dedicarnos a labrar la tierra, con todo el fatal encadenamiento de decisiones que nos llevó a ser trabajadores con el sudor de nuestra frente. Detrás físicamente de esas gotas, dentro del cráneo, se suponía que tendría que haber una mente dedicada a buscar soluciones descansadas para nuestra vida, pero no. Elegimos asegurar supuestamente nuestro futuro para arruinar nuestro presente
Después de aquello, nos costó decenas de años empezar a enmendar tremendo error, del que nos dimos cuenta en seguida; pero entonces, avergonzados preferimos echarle la culpa de nuestra desgracia a un Dios que nos había expulsado del Paraíso. Eso sí, no nos quedó más remedio que reconocer que fue por nuestra mala cabeza.
Hace unos 4.500 años, en la ciudad-estado sumeria de Lagash, alguien escribió unos signos cuneiformes en una tablilla de yeso. Leídos ahora, suenan como ‘ama-gi’, y traducido resulta ‘libertad’. Es la primera vez de la que se tiene constancia , y aún en sumerio, ya empezaba a sonar como ‘sueño’, siendo más que probable que el escriba fuera, en realidad, un esclavo.
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