FLAMENCO

La excelencia de la maestría

  • El III Festival Internacional de la Guitarra rinde pleitesía a Manolo Sanlúcar con una gala cargada de emoción y buena música, en la que la guitarra, el baile y el cante estuvieron a un gran nivel

José Quevedo 'Bolita' y Paquito González, durante su actuación.

José Quevedo 'Bolita' y Paquito González, durante su actuación. / Miguel Ángel González

La enseñanza es una de las profesiones más hermosas que existen. Poner en alza los valores aprendidos, las experiencias y conocimientos es una tarea difícil pero a la vez enriquecedora. Por eso, Manolo Sanlúcar es todo un referente para quienes le veneran, le escuchan, observan y sienten.

El III Festival Internacional de la Guitarra fue una carta de amor hacia uno de los artistas que más han engrandecido la guitarra flamenca en el ultimo siglo, una persona que merecía este reconocimiento y que desde la organización así lo han entendido. Durante más de dos horas y media, el Teatro Villamarta se contagió de esa pureza y ese cariño al que todos y cada uno de los que se subieron al escenario profesan a Manolo Sanlúcar, convirtiendo la noche en una velada inolvidable.

La tarde invitaba al misticismo, a esa sensación en la que el espectador sentía la necesidad de escuchar el legado del maestro sanluqueño. Él no pudo asistir por motivos de salud, así quedó dicho en la presentación esbozada por Manuel Martín Martín la que dedicó unas palabras llenas de sensibilidad hacia uno de los más grandes.

Fueron precisamente estos, los discursos de los protagonistas, tanto el citado de Martín Martín como el de los artistas, los que demostraron ese respeto hacia la figura del maestro, discursos que estuvieron cargados de sensibilidad y honestidad. Así lo confesaron Juan Carlos Romero, Manolo Franco y Bolita, comentando que "los que hemos estado con él, nos sentimos completos. Somos lo que somos por alguien como él".

Como se había anunciado, la gala arrancó con la guitarra como actriz principal, demostrando cada uno de los guitarristas que fueron apareciendo por las tablas del Villamarta que para todos, Manolo Sanlúcar es fuente de inspiración. 

El guitarrista David Carmona saluda al público. El guitarrista David Carmona saluda al público.

El guitarrista David Carmona saluda al público. / Miguel Ángel González

David Carmona, con una soleá, abrió un recital de toque, en el que el corazón del respetable se encogía escuchando la mesura con la que el guitarrista granadino deslizaba sus dedos sobre el instrumento. José Quevedo 'Bolita' y Paquito González deslumbraron con una bulería que hizo vibrar los jaleos de un público que estaba entregado. 

Niño de Pura, con una alegrías, continuó la faena, apoyado en el cajón de Paquito González, el bajo eléctrico de David Galloso y el cante de Pepe de Pura

Todo estaba saliendo a pedir de boca. Los olés resonaban más que nunca entre el patio de butacas que encontraron la maestría final de la primera parte en las excelentes manos de Manolo Franco, que interpretó guajiras, y la sensibilidad de un Juan Carlos Romero que puso el remate final a la 'Herencia' del guitarrista sanluqueño. 

'Tauromagia', el broche de oro a la faena

El trabajo musical de 'Tauromagia' es sin duda una de las obras magnas del Manolo Sanlúcar. Un trabajo que representa el amor, los miedos, la tristeza y alegría de unas emociones que se viven en el ruedo.

Sobre el escenario volaba Mercedes Ruiz, bailaora que brilló por encima del cielo saliendo por la puerta grande. La jerezana dirigió este espectáculo de baile junto a Santiago Lara donde el sentir más puro de nuestras raíces florecían durante el transcurso de la representación.

'Nacencia' presagiaba el comienzo de una faena en la que el baile era el envite para sumergirse en una noche de esplendor ante el toro. Esa fuerza que Mercedes Ruiz impregnaba con las castañuelas junto a Ana Agraz, Beatriz Santiago, Vanesa Reyes, Aurora Caraballo y Anna Dogliotti, un cuerpo de baile que representaban las banderillas, apoderándose de las emociones que se vivían sobre el escenario. 

Oscuridad, luz, el pesar y la euforia que brindaban al público una faena que se vivía a través de las voces de David Lagos y Carmen Grilo, unos sonidos que, acompasados junto la labor musical del gran Santiago Lara, sirvieron a los artistas para cortar orejas y rabo de esplendor con un espectáculo que finalizó con unas bellas palabras en off del propio Manolo Sanlúcar, dedicando su gran amor a la guitarra.

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