Diario de Pasión

Paco: ser como tú

JAIME Balmes, en su obra 'El criterio', nos dice que "el arte de pensar bien no se aprende tanto con reglas como con modelos". Yo, querido Paco que hoy habitas en el encristalado cielo donde el miedo no late por parte alguna, quiero tomarme medidas -las del bien pensar- en la sastrería de tus hechuras siempre modélicas. Hechuras no ya físicas sino aquellas otras etéreas donde de nuevo el espíritu prevaleció sobre la carne. ¿Por qué poderosa razón, Paco, Paco Bazán Franco, todos queremos ser como tú? ¿Qué magistral lección de vida nos ofreciste para que ahora -en esta Cuaresma abisal y melancólica- el carmíneo color del llanto derive (afluentemente) hacia tu mirada vivaracha, tu barbita patricia, tu cadente dialéctica enjoyada de amor al prójimo, tu gallarda convivencia con los sucios estertores de la enfermedad, tus mancomunadas credenciales de efímero hombre de la tierra y de sempiterno hijo de Dios?

En aquel ingrávido y último Miércoles Santo leíste confesionalmente y sin mayores circunloquios -te prestó la voz tu hermano Esteban- aquella vivificante carta abierta a la resonancia silente de un templo poblado de nazarenos anónimos. Penitentes de negra túnica que ipso facto descruzaban los engranajes de las entendederas. Eras tú también entonces anónimo ángel custodio traspasado por la lanza de un aciago inminente destino. La misiva chorreaba sanguínea sudoración de tu personal Monte de los Olivos. No utilizaste eufemismos ni envoltorios de sinonimia. Llamaste al pan, pan y al cáncer, cáncer. A este último -agarrado como una garrapata irrequieta a la osatura de tu ser- lo denominaste como una simple "caricia del Señor". ¿Cabe más pulida lección de Dios? ¿Más negación del yo y más bonancible reconciliación con las vísperas de la buena muerte?

Un ramito de espliego de romero se torna milagro candeal bajo la sinuosa cariátide de los recuerdos. No sé, Paco, si definirte a golpe de metáfora in absentia o de metáfora in praesentia o incluso desdibujarme en sinuosas teorías de la tragedia contra natura, de la prieta negritud del ordo artificialis o de la elegía renacentista a la manera de obituario liberalizador. Pero ninguna de estas ardides más o menos literarias me seduce. Porque yo ahora sólo me pregunto cómo -al menos sutilmente- puedo parecerme a ti.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios