Rocío | Jerez 2021

Tarde de fervor rociero en el coso jerezano

  • Cientos de rocieros jerezanos se dieron cita en la plaza de toros para celebrar una eucaristía inédita con motivo de la festividad de Pentecostés

  • Álvaro Domecq Romero recogió un reconocimiento como rociero ejemplar

Impresionante visión de la plaza de toros de Jerez en la celebración de la misa de Pentecostés.

Impresionante visión de la plaza de toros de Jerez en la celebración de la misa de Pentecostés. / Manuel Aranda (Jerez)

De no haberse tenido que respetar las restricciones sanitarias, en la plaza de toros se podría haber puesto el cartel de “no hay billetes” en las taquillas del coso jerezano. Lugar donde la hermandad del Rocío de Jerez quiso que se celebrara esta solemnidad de Pentecostés en sustitución por la falta de romería. Muchos jerezanos rocieros llenaron las sillas debidamente delimitadas en el albero de la plaza de toros. Y no solo en el piso de plaza, sino los tendidos de sombra y las gradas que también acogieron el número previsto de asistentes con el fin de poder respetar los aforos permitidos.

Ambiente ciertamente entristecido por no poder estar en la tarde de Pentecostés frente a la Blanca Paloma en su aldea del Rocío. De no haberse presentado la hermandad en las puertas de su ermita. De no buscar el descanso tras el trasiego del duro camino por las arenas de Doñana. Pero todo estaba previsto en la coso jerezano para que la no salida de la Santísima Virgen tuviera un recuerdo sellado a fuego en el corazón rociero de Jerez. Y la hermandad del Rocío lo consiguió sobradamente.

La plaza se encontraba preciosamente engalanada con los Simpecados de las hermandades que estuvieron representadas corporativamente. Unos estandartes que decoraron las pilastras modernistas que diseñara Francisco Hernández Rubio para las arquerías de las gradas del palenque jerezano. Hasta veinte carretas formaban ese mágico semicírculo cargado de rocierismo que evocaba a esas misas de camino en Marismilla o en el Cerro de los Ánsares. La carreta principal era la del Simpecado de Jerez, que presidía el altar montado para la celebración. Se encargó de los cantos litúrgicos un coro rociero que en cierta forma trasladó a los asistentes a las marismas del Rocío con sus voces.  

Tras el rezo del rosario, se abría la procesión que iba precedida por los piteros con sus tamboriles, el banderín de la hermandad del Rocío de Jerez y el cuerpo litúrgico que hacía un ‘paseíllo’ único y para el recuerdo. Formaban el cortejo los acólitos, diáconos, un buen número de sacerdotes y la presidencia del administrador diocesano, el sacerdote Federico Mantaras. El color rojo litúrgico de la solemnidad de Pentecostés se hizo presente como una lengua viva de fuego que atravesaba el círculo hasta llegar al estrado. Y así comenzó la eucaristía en una tarde muy ventosa que molestó pero que sin embargo hizo que se fueran las altas temperaturas que se han registrado estos pasados días y que hubieran incidido en el cansancio de los rocieros. Viento molesto para el toreo bueno pero soportable para esa otra sacra liturgia. Detalle final para Álvaro Domecq que recogió el homenaje del rociero ejemplar en su plaza de Jerez.

Como no podía ser de otra manera, el final de la eucaristía se ‘remató’ con el canto de la Salve que sonó con fervor y espíritu rociero que inundó el coliseo jerezano como en las grandes tardes de toros.

En definitiva fue una jornada para el recuerdo. Histórica. El toreo eterno también es liturgia. Pero nunca en este lugar se ofreció una eucaristía de estas características. Con tanto sentido rociero y hondura. Con tanto amor y entrega a la Santísima Virgen del Rocío, Patrona de Almonte y Reina de Andalucía.

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