Diario de Pasión

Vocación cofradiera del callejero jerezano (I), por Francisco Fernández García- Figueras

Las calles, así sin más, sin nombre que las distinga tienen un inusitado interés en lo que podríamos llamar valor estético de la Semana Santa. Las calles a través de esta belleza que imprimen al paso de una cofradía por ellas, son la puerta abierta a que la sensación se convierta en emoción y ésta se impregne del más hondo sentimiento religioso.

Por ello nadie que sienta la Semana Santa como expresión que nos acerca a la Pasión de Cristo puede negar lo que la calle supone en esa lucha geométrica entre la Cruz y el balcón, el varal y la esquina, la tulipa y el barrote de la ventana.

¡Cuántas manos afligidas encuentran en la estrechez callejera de nuestra impar Andalucía una inesperada ocasión para tocar el paso de la Virgen, con esa mano muda pero que está guiada por un corazón emocionado !

¡Con qué fuerza circula por ese corredor interminable que son las calles jerezanas la oración hecha saeta . ¡Con qué alegría echa el pie adelante el portador de la Cruz de Guía cofradiera, abrazado a ella, mostrando con firmeza el signo del cristianismo !. Y tú eres calle jerezana el camarín de nuestras veneradas imágenes en los días penitenciales de nuestro pueblo.

Tú eres, calle jerezana, la que posiblemente en un deseado anonimato vas a darle ocasión a éste o aquel ser humano a que sienta en su carne el escalofrío de ese Hijo del Hombre que se nos va a dar, que va a entregarse al suplicio por Amor. Tú también callecita sin relieve, vas a sentir el calor del amor de María. Tus paredes te acercan a la Señora para que el pueblo no se distraiga , para que toda mirada perdida ante ti venga a posarse, quizá por una fuerza irresistible en tu cara Dolorosa.

¡Qué más te da mi calle jerezana!. ¡Qué más te da forzar las miradas de los seres humanos!. ¿No ves que estaban ahí esperando el paso de Jesús y de María , y tú no has hecho más que dirigir sus miradas?. Seguro, mi pequeña calle, que a algunas de vosotras solo se os conoce por pasar sobre vuestras piedras la Madre de Dios.

Hasta tal punto que sentís la emoción también vosotras cuando la cera del cirio empieza a regar vuestra espalda, cuando los pies descalzos no temen a la frialdad de vuestro dorso, cuando ofrecéis en definitiva vuestra anatomía para que sobre ella se realice la gran vocación costalera.

Aportáis a la Semana Santa jerezana lo más popular, aquello que no necesita del remilgo, vuestra quintaesencia. No necesitáis compostura y os presentáis tal como sois, desnudas, mostrando tan solo vuestra alma popular.

Para ello, para estar más en contacto con el alma popular de mis calles he querido buscar el punto más alto desde donde dirigir la mirada al viejo casco urbano de Jerez que es sin duda el que directamente participa en los desfiles procesionales.

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