amor y sacrificio

La apenada sencillez de una Madre

  • La hermandad de Amor y Sacrificio aportó la ascética y la penitencialidad al Lunes Santo

Es la hermandad jesuita de la ciudad. Fundada por aquellos jóvenes abrigados bajo la protección de la Compañía de Jesús y de sus sacerdotes jesuítas. Aquellos jerezanos se reunían bajo la congregación de los 'Luises', en lo que hoy es la Compañía, un equipamiento para actos culturales del Ayuntamiento. Aquellos 'luises'promovieron el monumento de la Asunción y formaron parte de un grupo contestatario en los férreos años cuarenta.

De todo este espíritu promovido por los religiosos de la Compañía de Jesús, nació una cofradía. Encargaron una imagen de la Santísima Virgen con la solicitud expresa de que fuese sencilla de hechuras pero muy bella. Con la corona entre sus manos.

Así fue como decidieron salir de una forma muy ascética. Con la sencillez de los penitentes del medievo. Desde entonces, cada Lunes Santo la tradición se cumple en la parroquia de Madre de Dios. Eran las seis y cuarto de la tarde cuando asomó la cruz de guía y el cortejo de nazarenos de negro y capuz comenzó a avanzar por la zona de la Plazuela.

El paso llevaba este año alelíes puesto que el azahar clásico que suele llevar alrededor de la Virgen no ha acabado de romper y brotar en este año de tanto frío y lluvias. En este sentido, habría que incluir los muchos ramos que soporta el paso al final de la estación como ofrendas del pueblo a la Virgen desolada a pie de calle.

Habría que destacar que el paso ha sido intervenido por el hijo de quien lo hizo allá por el año ochenta y uno: José Ignacio Soto Pacheco. Se le ha devuelto el tinte original del barniz y se ha aligerado de peso.

No había cuerpo de acólitos, ni ciriales. Cuatrocientos veinte hermanos haciendo su estación silente. A destacar, un importante número de hermanos que en los últimos tramos se preparaban para los relevos como cargadores del paso, unas andas que han sido remodeladas y adecuadas para el buen trabajo de estos penitentes que portan a la Virgen de Amor y Sacrificio bajo un manto de pena y de luto.

Uno de lugares más interesantes del discurrir de esta cofradía fue el encuentro en San Miguel con la otra hermandad de negro del barrio. Se apagaron las luces de León XIII y la cofradía pasó casi de puntillas. Y en los últimos tramos de su carrera, las saetas que volvieron a sonar por la zona de Empedrada. Una oración cantada con sones de la Plazuela para despedir hasta un nuevo Lunes Santo a quien es la imagen que protege con su manto a quienes son herederos de aquellos antiguos 'luises' que con tanto cariño erigieron esta cofradía diferente al resto.

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