retablos del martes santo

Entre lo bueno y lo bonito

Probablemente fue Antonio Morilla Galea el pintor de retablos cerámicos más importante de la segunda mitad de la anterior centuria. Y, a criterio de los estudiosos, el gran continuador de aquel tan importante como fue Manuel Rodríguez y Pérez de Tudela fundador de Cerámicas Santa .Formado en la Escuela de Artes y Oficios de Sevilla, tuvo como maestros a José María Labrador, a José Rico Cejudo y a Gonzalo Bilbao; estuvo, por tanto, bien preparado. Comenzó pronto a trabajar en la fábrica de Mensaque Rodríguez y Compañía; empresa que abandonó para establecerse por su cuenta; si bien al no poseer unos hornos adecuados, cocía la materia en algunas de las fábricas consolidadas de Sevilla; sobre todo, en la trianera de Santa Ana. Fue autor de muchos de los mejores retablos cerámicos que pueblan la ciudad hispalense; pudiéndose destacar entre muchos, los cinco que pinta de la Esperanza Macarena - muy conocidos son el que se encuentra detrás del camarín de La Señora, el del zaguán de las Hermanas de la Cruz o el de la Calle San Luis -, el que hace a la Virgen de la Amargura, los de la Hermandad de los Gitanos, el del Cachorro o el magnífico de la Soledad de San Lorenzo en la rotonda del Cementerio. Su valía no pasó desapercibida en Jerez y se le encarga el de la Virgen del Desconsuelo que se encuentra instalado en las paredes del arruinado caserón de la Calle San Blas. Antonio Morilla lo pinta con su solvencia pictórica característica, dejando de manifiesto la importancia de la imagen que representa; todavía, antes de su controvertida restauración. El pintor realiza una obra con gran fidelidad al modelo, ejecutando una labor finísima, no exenta de expresividad y sentido de la medida pictórica. La Dolorosa de los Judíos de San Mateo aparece vestida con su espectacular manto bordado azul pavo. Morilla pinta otro retablo cerámico de la Virgen del Desconsuelo; lo hace, esta vez, con el atrevimiento propio de un artista importante: pinta a la Virgen con el manto en color verde. Se encuentra en la Peñuela. Se puede decir, con toda seguridad, que los dos salidos del genio creador de Antonio Morilla Galea son de los más importantes que existen en nuestra ciudad; probablemente, no de los más bonitos, pero sí de los de mayor calidad artística.

Traemos a este Martes Santo otro retablo que, podríamos decir que goza de las magnificencias del anterior, pero al revés. Es de los más bonitos pero no, el de mayor solvencia estética. En la facha del Convento de Capuchinos, después que usted, amable lector, haya sucumbido a los muchos retablos que en ella existen, podrá contemplar el dedicado al Santísimo Cristo de la Defensión, una de las joyas procesionales que en Jerez se encuentran y titular de la Hermandad que refleja dicho azulejo. A simple vista, se trata de una bonita pieza de cerámica, con los argumentos habituales de este tipo de obras artísticas y devocionales. Un bello tejaroz de tejas azules y blancas; unos bonitos faroles, unos tiestos para flores y una alusiva dedicatoria al momento en el que fue bendecido - año 1991, siendo guardián de la Orden Fray Alfonso Sánchez Santos -. Además, la obra representa, junto a la imagen soberana del Cristo magnífico de José Esteve Bonet, realizado en 1795, una serie de aditamentos que argumentan ciertos aspectos de la Hermandad; su vinculación a la Cartuja donde llegó traído por mar; así como alusión al antiguo convento existente. La obra la realiza uno de los últimos grandes nombres de la cerámica devocional, el sevillano Antonio Martínez Adorna; para mí entender, uno de los últimos buenos. Hay que hacer constar, no obstante, que la poca sujeción al modelo del Cristo de Esteve Bonet puede ser consecuencia del pobre dibujo en el que el ceramista se basó. Lo que define una obra con poca rigurosidad en cuanto al modelo que debería representar. El artista sevillano fue un autor prolífico, que ejecutó piezas de verdadera trascendencia y que son referencias para este tipo de obras - la Virgen de la Esperanza del Altozano sevillano, el retablo de la Divina Pastora de las Almas de Santa Marina o, ese emblemático, de la Virgen del Rocío, de la iglesia de Santiago de Sevilla. En ellos, como en este de la Defensión, se muestran las claras influencias de las obras de Facundo Peláez, el ceramista más influyente, junto con Antonio Kiernan y Antonio Morilla, de los últimos tiempos.

Estamos, pues, ante dos piezas que definen, en cierta manera, los términos tan ambiguos y subjetivos, de bonitos y buenos.

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