Reportaje

El rezo convertido en cante

  • Los saeteros pierden protagonismo ante la crisis y la lluvia en esta Semana de Pasión

 LA Semana Santa jerezana no se entiende sin el canto por excelencia de estas fechas, la saeta. Como casi todos los cantes, Jerez ha dado su impronta y su propia personalidad a un palo que cobra protagonismo a principios del siglo XX, llevando la saeta primitiva a un terreno hasta entonces inexplorado, siempre apuntalándolo desde la seguiriya, un hecho que la hace distinta al resto.

Dice Juan Romero Pantoja ‘El Guapo’, reconocido Saetero Mayor de esta tierra por la Cátedra, que “es el palo más difícil de cantar” pues requiere de un conocimiento y una afinación impecable. “Si te vas una mijita, ya sea para arriba o para abajo, lo pasas mal, hay que darle la medida exacta”, advierte Ángel Vargas, otra de las voces punteras en Jerez.   

A lo largo de la historia, muchos han sido los cantaores que han hecho grande a la saeta jerezana, desde Manuel Torre, La Serrana (hija de Paco La Luz y la primera en grabarla) Sordera, La Paquera, El Gloria, Luisa La Pompi, Isabelita de Jerez, Ana María La Jerezana, El Gloria, Cepero, Antonio Chacón, Terremoto, Manuel Moneo, Agujetas, Diamante, La Chicharrona, Ángel Vargas, Diego Rubichi, María José Santiago, José Méndez, El Garbanzo, Curro de la Morena, José Vargas el ‘Mono’ y El Guapo. 

Sin embargo, la nómina de saeteros de esta ciudad no siempre estuvo ligada al cante profesional, pues existe toda una lista de cantaores que engrandecieron a este palo sin ser por ello reconocidos como artistas. Hablamos de Eduardo Lozano ‘El Carbonero’, Manolo Sevilla, Juan Acosta, El Pelón, Cascales, Juan de la Bárbara o Laura Millán (de las pocas mujeres), voces sin las que la Semana Santa de Jerez no sería la misma.  

No obstante, la saeta por martinetes (o por seguiriyas rematadas por martinetes), menos extendida en esta tierra, también ha contado con extraordinarios intérpretes, en especial la familia de los Jiménez, encabezada por la matriarca y continuada por Joaquín ‘El Salmonete’, Elu de Jerez y Luis Jiménez como principales exponentes.            

Pero si en otros estilos de cante los jóvenes aprietan con fuerza estudiando y profundizando en las raíces, no ocurre lo mismo con la saeta, que de un tiempo a esta parte ha perdido fuelle y lo más preocupante, calidad y respeto. Ahora canta cualquiera, sin importarle la responsabilidad que implica alzar la voz ante un público, de ahí que sea difícil, salvo nombres contados, escuchar una saeta por seguiriyas con exnjundia en estos tiempos que corren.

Atrás quedaron aquellas ‘recogías’ inolvidables de la Buena Muerte en la puerta del Canalejas cuando los primeros rayos del sol alumbraban Santiago. La jondura de Curro, El Mono, Angelito y otros muchos emocionaban a todo un pueblo. Ahora, hasta las madrugadas del Miércoles Santo están vacías, hay saetas, sí, pero la mayoría carentes de sentimiento. Sólo el camino de vuelta de El Cristo a partir de la Cruz Vieja nos retrotrae, en parte porque a veces ya ni eso, a tiempos en los que la saetas resplandecían en una Semana Santa de Jerez que ha perdido talento cantaor.

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