LA DEFENSIÓN

Cuando lo seráfico y lo castrense se dan la mano

  • La cofradía de Capuchinos se reencontró con Jerez dos años después, bajo un gran sol, y sin atibos de la lluvia de un año antes

Preciosa estampa del Cristo de la Defensión entre las palmeras del bulevar de la calle Sevilla.

Preciosa estampa del Cristo de la Defensión entre las palmeras del bulevar de la calle Sevilla. / miguel ángel gonzález

Avanza quien les escribe por calle Nuño de Cañas cuando, como un rumor lejano, va sonando el tañer a difuntos de las campanas del cenobio capuchino de la calle Sevilla, anunciando que en breve se va a poner en la calle la Hermandad de la Defensión. Las miradas al móvil y a los partes meteorológicos quedan atrás. Hoy toca reflexionar y, también, por qué no, disfrutar ante la contemplación del Cristo de los cuatro clavos.

Con un considerable gentío presente, que denotan las ganas de ver a esta cofradía tras quedarse en su templo el año pasado, las puertas del templo de la calle Sevilla se abren a las seis y media de la tarde, dando paso a cuatro servidores, dos con faroles al estilo de los que portaban los cartujos y otros dos con símbolos de las órdenes con las que está hermanada esta corporación: la vara de amonestaciones de los cartujos y la Tau franciscana. Tras ellos, la cruz de Guía arbórea que tallara el recordado Paco Pinto a partir de las vigas del antiguo convento, con la reliquia del Lignum Crucis en un relicario de plata de ley obra del orfebre sevillano Jesús Domínguez.

El canto gregoriano se intuye desde los exteriores en un templo donde el cortejo, tras la preceptiva celebración de la Eucaristía y la adoración al Santísimo, comienza a avanzar perfectamente formando una elegante filas de nazarenos en la que el color morado destaca sobre todo. Este año se alcanza el número de doscientos treinta hermanos, señal del crecimiento continuo de esta cofradía. Por su parte las representaciones del Ejército y las Fuerzas de Seguridad del Estado, marcando en la calle su acentuado carácter castrense, más aún si cabe en el día en que la Ministra de Defensa ha sido nombrada hermana honoraria de la cofradía capuchina.

Tras ellos, el paso con el Cristo que tallara José Esteve Bonet, al que no pudimos contemplar en la calle el año pasado, sobre un monte de iris morados. A las órdenes de Martín Gómez, treinta y tres hombres se disponen para mostrar a Jerez que hay Alguien que los puede defender de todo mal. Sale por vez primera la cruz, en madera de pino, sobre la que va clavada la imagen del Señor de la Defensión, obra del ebanista Enrique González. En el apartado musical, la Banda de Cornetas y Tambores de la Centuria Romana de la Macarena, sonando como ellos saben y con un muy selecto repertorio.

Una vez que comienza el paso del Cristo a perderse entre las palmeras del bulevar de calle Sevilla y el Mamelón, y tras un cortejo de nazarenos al que el ruán morado confiere una nota sobria y penitencial a la vez que elegante, hace acto de aparición la hermosísima dolorosa tallada por Luis Álvarez Duarte, con un exquisito exorno floral a base de rosas color champagne, lilium, bouvardias y flor de cera, en su palio. A la voz de Manuel Jesús Elena, treinta costaleros portaban a la Señora de la O a los sones, un Martes Santo más, de la banda de música Ntra. Sra. de la Soledad de Cantillana.

La hermandad de La Defensión volvió, como cada año, a transmitir en la calle un carácter de cofradía sobria, penitencial, con tintes clásicos y castrenses, a pesar de su relativa juventud. En definitiva, una estación de penitencia que, especialmente en momentos de estrecheces como Carpintería Baja, Tornería o Gaitán sigue teniendo una personalidad propia y arrolladora.

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