Diario de Pasión

Más de veinte años cantando saetas en Jerez y Sanlúcar

  • Su ceguera no le impide disfrutar de la Semana Santa ni de lo que más le gusta: la música y el arte flamenco.

En todos los documentos aparece como Juan Miguel Ramos Acebedo, pero él prefiere que le llamen por su nombre artístico: El Plazoleta. A pesar de nació hace casi 37 años en Jerez “como accidente”, tiene su vida en Sanlúcar. Debido a su ceguera, es agente vendedor de la ONCE, pero eso no le ha impedido nunca dedicarse a su gran pasión, la música.  Ha tocado la guitarra para un sinfín de importantes artistas del flamenco, tanto de Jerez como de Sanlúcar, y es bien conocido en el mundo del arte.

 

Además de tocar la guitarra y hacer sus pinitos cantando, El Plazoleta lleva cantando saetas desde los ocho años. Ramos explica que esta afición le viene de su abuelo, “aunque él nunca cantó más que para él, le daba mucha vergüenza”. Recuerda además, que su amor por la Semana Santa le viene por su barrio de Sanlúcar, el Marinero, de donde salen tres hermandades “y escuchaba a los hermanos hablar en la tasca de mi abuelo”.

 

Toda la vergüenza que había acumulado su abuelo durante sus años, él la perdió a los ocho años, cuando cantó su primera saeta a su Virgen de la Esperanza. Decía así: 

‘En la calle Amargura, Jesús a su madre encontró; no se pudieron ni hablar de sentimiento y dolor’.

Asegura que es la letra que guarda con más cariño “porque me la escribió mi abuelo, además de ser mi primera vez”. Las letras de las saetas le vienen “después de comerme mucho el tarro o cuando alguien me las escribe, pero siempre desde el corazón”.

El Plazoleta ha sido también habitual del Martes Santo en Jerez, cuando ofrecía su saeta al Cristo del Amor en la calle San Juan. Este año, por problemas personales ha tenido que faltar.

 

Lo que más le gusta de la Semana Santa “es la música. Dice que no, es modesto, pero se sabe el título de la mayoría de marchas procesionales que resuenan por las calles durante la Semana Mayor. Además lo tiene claro, donde esté una buena agrupación musical que se quite todo lo demás, “aunque siempre depende de la hermandad, claro”.

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