A mí nadie me va a ganar a la hora de presentar la realidad envuelta en papel de regalo. Sí, somos líderes, España es el país con mayor tasa de paro de Europa y donde más ha aumentado el desempleo en los últimos meses. Los datos de octubre -"octubre negro" lo ha llamado alguien- certifican ese dudosísimo honor: el número creció el pasado mes en 192.658 personas, un 7,3% más que en septiembre, para situar el total en 2.818.026 parados, el más alto desde abril de 1996. Es cierto que, en términos relativos, aún estamos lejos de aquel 23% de la población activa y que -aunque hoy bajando- tras elevarse ésta a 19 millones, el listón se queda en un engañoso 11,5%. Pero todo se andará: ya avisa la Comisión Europea de que en el próximo año nuestra tasa de paro llegará al 15% y la CEOE aventura un 17,5% para 2010.

Asombra que, ante la magnitud de la hecatombe, en esta coyuntura tan catastrófica como insoportable, el presidente Zapatero insista en su optimismo enfermizo: se trata, dice, de una de las cifras de paro "más bajas de la historia", lo que siendo de momento numéricamente cierto, no deja de suponer una prueba más de la irresponsabilidad de quien nos dirige, de la ligereza, imprevisión y estomagante demagogia con la que parece dispuesto a afrontar los funestos tiempos que llegan.

Y es que la tozudez de los datos acorta a marchas forzadas el recorrido de las mentiras gubernamentales. Se nos juró que no había crisis y, a estas alturas, pocos refutarán que nos encontramos ante la más compleja y profunda que hemos conocido. Se nos explicó, después, que el desempleo actual es el "reflejo de la repercusión directa de la crisis financiera internacional"; pero ya, aun en los medios menos díscolos, se reconoce que España tiene un problema diferencial en materia laboral. Se nos propusieron unos Presupuestos Generales fabricados sobre hipótesis dulces que por supuesto nacen muertos, sin que, hasta la fecha, nadie muestre el menor interés por corregir los errores evidentes de semejante disparate.

No basta con proclamar rimbombantemente que el actual Gobierno se constituye en garante de la política social. Y no basta porque nada hay más antisocial que el desempleo. Es la hora de la eficacia, de demostrar que el equipo económico en el poder tiene todavía músculo y talento para encarar medidas realmente útiles (la reforma del mercado laboral, una inteligente política fiscal, la contención del gasto público…) que palien los efectos -no se les pide más- del desastre que nos llega.

Oiga, y si no se quiere o no se sabe, en vez de marear sectariamente la perdiz, téngase el coraje y el patriotismo de dejar paso a los que no se resignen, a los que conserven ideas, a quienes no estén dispuestos a tocar la lira, como Nerón, mientras arde nuestra Roma.

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