HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Foxá rescatado

NOS gustaría creer que la censura y el entorpecimiento oficial de un acto literario en Sevilla para recordar a Agustín de Foxá en el cincuentenario de su muerte hubiera sido por mala fe, por el encono ante la injusticia de que un diplomático, conde y rico fuera además un excelente escritor, merecedor de ser conocido por las generaciones jóvenes. Pero no ha sido esta la razón sino la ignorancia. La democracia que tiende a oclocracia defiende la incultura como uno de los peldaños del igualitarismo posible, igual que defiende escribir mal. "¿Se entiende?", preguntan irritados los que quieren ser escritores de izquierdas: "Sí, pero está mal escrito." Vean, si no, a Caballero Bonald, flamante premio García Lorca, que tiene en el escribir mal una de las banderas de su izquierdismo converso. Lean sus libros y verán. Lean los de Agustín de Foxá y serán un bálsamo para el espíritu y un placer lícito para las personas decentes.

La torpeza del Ayuntamiento de Sevilla puede tener un efecto beneficioso para los lectores, como suele suceder con las simplezas: irritan y nos ponen en contra. Hasta ahora al conde de Foxá lo leían élites ilustradas con sentido inteligente del humor, lectores con criterio que escogen sus lecturas sin tener en cuenta la vida particular o la ideología de los autores, porque, no se olvide nunca, la buena literatura es un resultado, no una intención. No tengo noticia de que a mis lectores le defrauden los libros que les recomiendo. De Agustín de Foxá encontrarán con relativa facilidad Poesía, una antología editada por Renacimiento en 2005, al cuidado de Luis Alberto de Cuenca; Artículos selectos se publicó en 2003 por Visor para la Comunidad de Madrid y la selección la hizo Jaime Siles; la novela Madrid, de corte a checa la publicó Unidad Editorial no hace mucho (no la tengo a mano para ver la fecha), y es una crónica, admirable y sugestiva, de los años republicanos y de la Guerra Civil para leer sin neurosis sectaria.

Pero el primero entre sus iguales es Por la otra orilla, crónicas de América escritas con belleza y verdad, como sólo puede hacer un gran prosista. Se publicó en Afrodisio Aguado en 1961 y me llegó por mano benefactora en 1973. Si no se ha hecho una edición reciente, que no conozco, no será fácil de encontrar. Fue de las mejores lecturas de mi juventud, cuando la progresía recomendaba libros indigestos. De Foxá se cuenta una buena anécdota para ilustrar la ignorancia de la izquierda reaccionaria. Al comenzar la Guerra Civil estaba en Madrid. Fueron a detenerle y enseñó su pasaporte de cónsul de España en Bombay. Los milicianos lo entendieron al revés: cónsul de Bombay en España. Uno de ellos dijo a sus compañeros: "Vámonos. Por poco nos cargamos a un indio."

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