EN 2006 el consejero de Política Territorial de la Generalitat, el socialista Joaquim Nadal, sacaba pecho: "En Cataluña hoy no hay ningún caso de corrupción urbanística equiparable a alguno de los que están apareciendo". Se estaban desvelando los grandes escándalos municipales en toda España, pero Nadal presumía de que a su comunidad no le afectaba. El oasis catalán frente a la España corrupta.

El consejero tenía cerca la corrupción de la que declaraba ejemplarmente exenta a su tierra: un directo colaborador suyo, Emili Mas, gerente del Instituto Catalán del Suelo, también era colaborador directo de la red corrupta patroneada por el ex diputado, igualmente socialista, Luis García, Luigi para amigos y compinches, que se repartió 32 millones de euros en comisiones por facilitar pelotazos urbanísticos en el área metropolitana de Barcelona gracias a sus contactos con alcaldes, concejales y funcionarios. Mas, que ahora está acusado de asociación ilícita y actos prohibidos a un funcionario, le comentaba a Luigi acerca de sus actividades conjuntas: "Si la gente se entera nos hará la piel a tiras...". Está grabado y forma parte del sumario instruido por Garzón.

Luigi García, del que un histórico del Partido Socialista de Cataluña dice que es "el Correa catalán", en alusión al cabecilla de la trama Gürtel, representa un modelo distinto de medranza por vía política. Francisco Correa sólo trabajaba con el partido de su simpatía (PP). Agasajaba -o untaba, según los casos- a diputados, alcaldes y otros cargos públicos, pero siempre del Partido Popular. Digamos que el hombre era leal en sus convicciones a la hora de trincar. O sectario, si se prefiere una expresión más hostil.

García, en cambio, fue más abierto. Partiendo de la base de que el dinero no tiene ideología, organizó su exitosa compañía de tráfico de influencias con políticos y ex políticos no sólo socialistas. También la abrió a la participación destacada del ex secretario de Presidencia de Jordi Pujol en la Generalitat, Lluís Prenafeta, y del ex consejero de Economía, Macià Alavedra, con los que había fraguado durante su coincidencia en el Parlamento catalán una amistad, por lo que se ve, fructífera. Prenafeta y Alavedra son dos personajes clave de la Cataluña construida por Pujol en veinte años de gobiernos convergentes.

Esto es lo singular del caso Pretoria. Los inculpados en una red de corrupción de altos vuelos y largo alcance ni se han acogido nunca a la coartada exculpatoria de que trabajasen para financiar irregularmente a un partido político (y sólo percibieran su comisión) ni han excluido del botín a militantes del partido contrario. Para que vean que la corrupción no es intrínseca a ningún partido, sino a la condición humana. En el oasis catalán siempre nos enseñan algo nuevo.

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