Lo complicado de lo sencillo

15 de diciembre 2025 - 04:38

Uno de los muchos defectos que nos adornan es la sorprendente facilidad que tenemos para complicarlo todo. Es ciertamente asombroso el modo en que somos capaces de hacer complejo lo simple.

Los problemas, los inconvenientes, las dificultades y los aprietos se bastan y sobran para conseguir, sin ayuda de nadie, que nuestras vidas, por lo general y en general, no sean un camino de rosas, o si lo son, que éstas estén bien repletas de espinas.

Por una parte no deja de ser curioso que siendo seres vivos en posesión de entendimiento y razón y, en muchos casos, no en todos, con la capacidad suficiente para hacer uso de ambos, en contadas ocasiones lo hacemos como debiéramos -conste que ahora no hablamos de ética ni moral, sólo de lo que conviene a nuestra felicidad-. Por otra parte, teniendo la oportunidad de poder actuar como seres razonables pero hacerlo, las muchas más de las veces, como palurdos zoquetes, viene a demostrar lo incontestable de una de las teorías de Einstein: no la de 'E=mxc2' ni tampoco la de la 'Relatividad', sino la de que la estupidez humana es infinita.

Todos pasamos por situaciones complejas en la vida. Las cosas tienen la desagradable costumbre de torcerse porque sí, aunque no hayamos sido nosotros responsables de que así suceda. Reveses, desilusiones, amarguras, frustraciones o desengaños son el pan nuestro de cada día, sin necesidad de ir a la panadería a comprarlo.

Las contadas ocasiones en las que nos libramos de alguno de estos lastres que coartan o impiden que podamos vivir en paz con nosotros mismos -que es lo que en verdad importa- y, a ser posible, con una buena parte de los demás, lo que supondría el Culminum culmen -coloquialmente hablando: el colmo de los colmos- del bienestar, paz y tranquilidad a las que los humanos podemos aspirar, en tanto no nos abrumen alguno de estos agobios, tendríamos la obligación -decíamos- por nuestro propio bien, de aprovechar la oportunidad con toda la intensidad que nuestra voluntad, sentido común y la sensatez nos permitan, disfrutándolos y gozando de su bondad y paladeándolos en todo lo que valen, que es mucho. Sin embargo, lejos de comportarnos así lo hacemos en sentido contrario, lo que, por adverso, resulta del todo paradójico y por tanto contraproducente, perjudicial y hostil para los que, por incomprensible necedad, nos empeñamos en desaprovecharlos: los momentos que podrían, y debieran, ser gozosos, se tornan penosos; lo amable, antipático; lo sencillo, laborioso; lo contento, infeliz; lo alegre, triste; y lo fácil, difícil.

Tratar de buscar respuesta lógica, comprensible y razonada a tamaña y obcecada sinrazón se me antoja tarea imposible… perdón, rectifico: buscarla no, encontrarla sí.

La vida es complicada, sí, pero nosotros la hacemos mucho más complicada de lo que es. Dejándonos empujar, que no llevar, por la estupidez que nos determina, actuamos en las dos vertientes en las que podemos aumentar el desasosiego y la angustia que en muchas ocasiones podríamos evitar o al menos atemperar: en cantidad y en intensidad.

En cantidad porque hay problemas que sólo existen en nuestra mente, líos que son tales porque nosotros hemos hecho de la madeja un laberinto, supuestos que tenemos por seguro, posibles que damos por hechos, imaginaciones que pensamos certezas, o fantasías que creemos realidad.

En calidad porque fabricamos problemas que sólo existen en nuestra imaginación, de una pizca hacemos un mundo, nos ponemos de lo posible en lo fatídico, nos ahogamos en un vaso de agua, tomamos el ruido por trueno, esperamos de lo medio lo completo, del gris el negro y de lo malo lo peor.

La consciencia, que nos hace darnos cuenta de que existimos y somos, es un incomparable regalo de la naturaleza, nos hace tan únicos como especiales, capaces de tener conciencias e interpretarlas. Aunque si no hacemos el uso inteligente que este singular obsequio merece, conseguimos lo opuesto a lo que perseguimos: hacemos de la sencillez que en verdad es lo feliz el complicado laberinto en el que inútilmente nos empeñamos en lograrlo.

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