Santa Marta

San Mateo se viste de duelo

  • La banda de 'La Caridad' vuelve a acompañar a su Cristo en su solemne Traslado al Sepulcro

CON la plaza San Mateo aún de resaca por la fantástica recogida del Señor de Las Penas, el barrio se viste en Miércoles Santo del luto más absoluto como bien lo marca la ocasión, el Santísimo Cristo de la Caridad trasladará su inmensa agonía por las estrechas calles de su barriada, cuyas paredes parecen hacerse más humanas y abrazan y consuelan la resignada y contenida tristeza de una Santa Marta que se hace a la idea de la inminente muerte del hijo de Dios.

Unos veinte minutos antes de que las puertas de la capilla de Santa Marta anuncien a La Caridad, la plaza del Mercado es un ir y venir de ciudadanos que no quieren perderse una de las novedades más señaladas e históricas de este día grande de la Semana Santa. La banda de cornetas y tambores de ‘La Caridad’ vuelve a tocar a su misterio, el de Santa Marta, hecho que suscita la curiosidad de todo el público fiel y cofrade que corre todos los miércoles de San Mateo a San Lucas para no poderse ninguna de las magníficas estampas que están por sucederse.

La plateada cruz de guía del Traslado al Sepulcro se posa ya en el patio que se encuentra entre la puerta de la capilla y la plaza de San Mateo. Es portada por el primer cortejo de la Hermandad, nazarenos negros de penitencia que van anunciando la muerte del Cristo que tallara magníficamente Antonio Eslava Rubio. No saben la suerte que tienen los balcones de la plazuela, que pueden observar la belleza del Señor desplomado tras ser bajado de la cruz que se erige y vislumbra tras la diadema de las Penas y Lágrimas de María.

El andar de esta canastilla, que porta a nueve impresionantes imágenes -todas procedentes de las manos de Eslava-, crea un halo de misterio en sí mismo en el momento que las cuadrillas ponen su arte en la calle. Este halo, más que roto, este año es recompuesto por los sones de la que es su banda, la que ha vuelto a casa. Aunque los más veteranos quizás habíamos encontrado más sentimiento en la austeridad de la música de capilla. A las cinco de la tarde, el sol ya acaricia las lágrimas de María, que clama al cielo con mirada desoladora mientras Juan intenta consolarla.

Una vez el misterio ya va en busca de la calle Justicia, el público vuelve la cabeza al escuchar el roce del palio de Patrocinio con los varales del paso. Su rostro, sereno aunque lleno de lágrimas, parece en busca constante por la belleza de su hijo. De esta forma, con un cortejo de penitentes negros con capa blanca, el palio enfila la plaza San Mateo, meciéndose a los sones de la banda municipal de Rota y bajo la atenta mirada de David Demaría. Y en el deseo de Jerez está el deseo que la noche acaricie a la cofradía, creando una imagen que corta la respiración.

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