En torno a Jerez

Pinos y pinares

  • Un recorrido por la historia de los pinos centenarios de Jerez (II)

Como recordarán los lectores, la semana pasada iniciamos un recorrido por la historia y los paisajes de los pinares que existieron en las cercanías de la ciudad. Ya en el siglo XVII teníamos noticia de algunos de ellos, situados en su mayoría en bordes de los Llanos de Caulina y en el territorio comprendido entre las actuales carreteras de Cortes y Sevilla. En el siglo XVIII se daba noticia de 13 de estos pinares que fueron reduciendo su extensión a lo largo del siglo XIX. Uno de los últimos, conocido como El Pinar, situado en la salida de Jerez, a la derecha del camino de Arcos, fue tal vez el último de aquellos antiguos pinares jerezanos, y su nombre se mantiene hoy día en una gran urbanización.

Pinos y pinares en la cartografía y la toponímia

Aunque los pinares fueron desapareciendo progresivamente, la cartografía del XIX y de las primeras décadas del XX ha conservado memoria de su antigua presencia, como ha hecho también la toponimia, preservando así hasta nuestros días algunos curiosos nombres, como ha recordado la profesora Lozano Salado (1).

El primer mapa provincial, levantado por F. Coello en 1868 (2), hace ya mención al Pino de la Legua, al igual que el Plano General de Ángel Mayo, elaborado en los primeros años de la década de los 60 del siglo XIX y publicado unos años más tarde en 1878. En este caso, la referencia es al Pinar de la Legua, situado en los Llanos de Caulina, junto al camino de Sevilla, en un lugar que actualmente se corresponde al territorio situado entre el Cortijo del Pino y Carrizosa (3). Dos décadas después, el Plano del Término Municipal de Jerez, de Lechuga y Florido (1897) recoge el topónimo de El Pinar, con el que se bautiza un pago de viñas existente en la salida de Jerez hacia Arcos, donde aún se mantenían algunos pinares (4). Este mismo topónimo de Pinar, figura también en los mapas catastrales de 1897 (5).

Con todo, el mapa que mayor número de topónimos registra -la mayoría de los cuales se mantienen hoy-, es el Plano Parcelario de Adolfo López Cepero (1904) cuya consulta nos devuelve la imagen de la campiña hace un siglo (6) y donde se puede rastrear la huella de los antiguos pinares del XVIII y del XIX. Así, junto a la carretera de Arcos, en la salida de la población, se localiza el pago de El Pinar, donde la Hacienda del Pinar ocupa una gran superficie. Junto a ella, figura también un pequeño Pinar (en la actual zona de La Marquesa) y otra gran parcela denominada Pinar y jardín. La carretera de Sevilla deja también a sus orillas otro de los rincones de la campiña donde se mantienen más topónimos relacionados con los antiguos pinares. El más conocido es el del Cortijo del Pino, donde se ubicaba el famoso Pinar y Pino de la Legua. Junto a él el paraje de Carrizosa, que tuvo pinares en el siglo XVIII y las hazas de La Capitana del Pino y Pierdecapa del Pino. Algo más adelante, frente a La Zangarriana y Ducha, se encuentran la Dehesa del Pino y La Pinaleta, ambas a la derecha de la carretera, en los bordes de los Llanos de Caulina. Ya próximo a la Cañada Ancha, se encuentra el Pago de Santa María del Pino, absorbido en gran parte por el crecimiento urbano de Guadalcacín. Cercana a la ciudad encontramos la Hijuela de Pinosolete, en el pago de Solete, que debe su nombre, como refleja el Plano de López Cepero, a la antigua viña El Pino, situada en el cruce con la Hijuela que conduce a Santa Teresa y próxima también a Geraldino, donde hubo en tiempos pasados un gran ejemplar de pino piñonero.

En otros puntos del término más alejados de la ciudad, la presencia de bosquetes de pinos o de ejemplares aislados que constituían auténticos hitos en el paisaje, bautizó también a algunos parajes. Estos son los casos, por ejemplo, del Rancho de los Pinos, en los llanos de Malabrigo, camino de San José del Valle, donde se conservan bosquetes de pino piñonero, o del Cerro del Pino, en la Dehesa de Algar. En los Montes de Propios de Jerez, un arroyo de la Dehesa del Charco de los Hurones lleva el curioso nombre de Canuto del Pino.

Para terminar, recordamos que en la primera edición de la hoja de Jerez del IGN (1917) se recogen también El Pinar, la Casa del Pino y la Casa de los Siete Pinos (7). Esta última debe su nombre a la conocida Hijuela de los Siete Pinos, próxima a la actual barriada de La Granja, así denominada porque en este paraje se conservaron algunos grandes ejemplares aislados de aquellos antiguos pinares que en el XIX poblaban los márgenes de los Llanos de Caulina en esta zona. En nuestros días se mantienen la mayoría de estos topónimos.

Los pinares en el siglo XX y en la actualidad

Como se ha dicho, buena parte de los pinares próximos a la ciudad ya habían desaparecido a comienzos del siglo XX, manteniéndose de ellos algunos bosquetes o ejemplares aislados, pertenecientes en su mayor parte a la especie Pinus pinea (pino piñonero) y, en menor medida, a P. halepensis (pino carrasco). Sin embargo, este siglo verá la introducción de nuevas especies de pinos ajenas a nuestros ecosistemas.

Ya en 1930, los ingenieros de montes L. Ceballos y M. Martín Bolaños, apuntaron en su Estudio sobre la vegetación forestal de la provincia de Cádiz, que mientras que el pino piñonero había crecido tradicionalmente en el litoral y las campiñas gaditanas, ninguno de los bosquetes de pino carrasco que visitaron, podía tomarse como representación espontánea de esta especie. Junto a ellos, mencionaban también la presencia en distintos parajes de las sierras y campiñas del Pinus pinaster, el negral o pino resinero. Sobre este último, los ingenieros señalan que "…en estado silvestre sólo existen en la provincia algunos ejemplares en la vertiente SW. de la Cancha del Pinar (Sierra del Aljibe), en Alcalá de los Gazules, sobre areniscas oligocenas; en esa misma clase de terreno y en los de Tarifa" (8). De la misma manera, y como dato curioso, estos autores nos informan de que en la década de los 30 del siglo pasado comenzaron a introducirse también, de manera experimental, plantaciones de pino canario (Pinus canariensis) en los Montes de Jerez (9).

Y es que, junto al litoral y las campiñas, los nuevos pinares de repoblación se plantarán a lo largo del siglo XX en lugares en los que, tradicionalmente, nunca hubo pinos, desplazando así a la vegetación natural, como en el caso de nuestros Montes de Propios. Resulta llamativo que, como señala un estudio realizado en la década de los 80 del siglo pasado, en este espacio natural perteneciente al Parque de Los Alcornocales, "…todos los pinos son introducidos. Además del y el (P. radiata), los pinares más abundantes son los de , especie adecuada a la naturaleza acidófila y pobre del sustrato, sobre el que prospera con éxito… La densidad de los rodales es tal, que difícilmente se desarrollan otras plantas en la penumbra del sotobosque, donde se conservan los restos caducos de las ramas y las hojas, la pinocha, que representan un alto riesgo de incendio por su contenido en compuestos inflamables" (10). Como puede verse, todo un desacierto ecológico.

Junto a los anteriormente citados, encontramos también repartidos por toda la campiña algunos pinares de pequeñas dimensiones fruto en su mayor parte de repoblaciones y, sólo en raras ocasiones, de la regeneración de antiguos bosquetes. La mayoría de ellos figuran en el Catálogo de Bosques-Isla de la Provincia de Cádiz (11).

Entre los más conocidos se encuentran los de Las Aguillillas, junto a Estella del Marqués, los del Cerro de la Harina y Cabeza de Santa María, en Torrecera, o el de la Potabilizadora de Cuartillos, todos ellos de pino carrasco, aunque en este último crecen ejemplares de pino piñonero. En el parque periurbano de La Suara, hay también pinarillos de P. pinea, como en los llanos de Malabrigo y Los Isletes, próximos a aquel. Aquí encontramos uno de los pinares de mayor interés y extensión de la campiña, el de La Guita, de casi 30 Ha, donde el pino piñonero se mezcla con encinas y alcornoques. Próximo a él está el pinar de Montecillo y el del Cerrado de Malabrigo, donde crecen estas mismas especies.

Al este de la población encontramos también los pinares de la Sierra de San Cristóbal, o el de Las Quinientas, cuya densa arboleda cubre un cerro que se alza en los llanos del mismo nombre. Ambos son de pino carrasco, a diferencia de los bosquetes de pinares de La Parra, en las proximidades del aeropuerto, donde el protagonista es el pino piñonero.

Algunos pinos con historia: El pino de la Legua

Después de este recorrido por los pinares y su historia, vamos a ocuparnos en lo que sigue de algunos pinos centenarios, que por su singularidad bien merecen formar parte de nuestro patrimonio natural. Entre los más célebres de Jerez y su término, debemos hacer una mención especial a uno de los pocos que tuvo nombre propio: el Pino de la Legua. Este singular ejemplar, ya desaparecido, estuvo situado a orillas del Camino Real de Madrid a Cádiz en tierras de los actuales cortijos de El Pino y de Pierdecapa. Todavía hoy se conoce a este paraje situado frente al Parque Agroindustrial y La Parra, como El Pino, en recuerdo de aquel fabuloso árbol.

Ya Pascual Madoz, en su conocido Diccionario Geográfico (1845-1850) se refiere a él y así, describiendo el camino desde Jerez a la Venta Real del Cuervo apunta que "se cuentan 3 y ½ leg. de arrecife en la dirección del SO. al NE., encontrándose a 1 de Jerez," (12). Como saben los lectores, la legua era una antigua medida itineraria que, aunque de longitud variable según los territorios, equivalía a la distancia que regularmente se anda en una hora y que se correspondía aproximadamente con 5,5 km. El pino, situado a esta distancia de Jerez, constituía un hito natural que, por su altura, podría ser divisado desde la lejanía, siendo así un perfecto indicador de la distancia que todavía quedaba por recorrer para los viajeros que venían a la ciudad. No es de extrañar por ello que, como se ha dicho, figure con nombre propio en el primer mapa provincial, el de Francisco Coello de 1868.

Este pino, de grandes dimensiones, debió formar parte ya en el siglo XVIII de alguno de los pinares repartidos por estos rincones de los Llanos de Caulina. Recordemos que, colindante con estos parajes se encuentra el cortijo de Carrizosa y, tal vez en este lugar, debió estar también el pinar de D. Álvaro Carrizosa y Perea, ya mencionado por Bartolomé Gutiérrez a mediados del XVIII (13). Con respecto a la especie, apostamos por el Pinus pinea, o pino piñonero, la más frecuente en los pinares jerezanos de la campiña. Hoy día, tanto en el Cortijo El Pino, como en Pierdecapa o la Pinaleta, crecen aún buenos ejemplares de estos árboles conocidos también como "pinos del país".

Desconocemos cuando este curioso ejemplar dejó de existir, pero en todo caso creemos que si a mediados del siglo XIX ya destacaba por sus grandes proporciones, no es aventurado suponer que debió tener su origen a comienzos del siglo XVIII. En el Plano General de Ángel Mayo, de 1878, aún se conserva el topónimo 'Pinar de la Legua', sin embargo en el Plano Parcelario de Adolfo López Cepero, elaborado en 1904 -donde se recogen algunos árboles singulares repartidos por el término- ya no figura, por lo que es posible que pudiera haber desaparecido unos años antes de su elaboración. Como dato curioso, queremos recordar que este famoso pino se menciona en la novela Las Crónicas de Cádiz, ambientada en la España de 1812 ocupada por los franceses. En ella, su protagonista Diego de Ustáriz, un periodista madrileño que hace el camino de Madrid a Cádiz, llega hasta 'El Pino de la Legua', procedente de la Venta Real del Cuervo. Tras haberse refrescado en los pozos del cortijo de Romanina sigue narrando su aventura: "…atravesamos gargantas procedentes de la sierra de Gibalbín hasta el, lo que me hizo pensar que estábamos precisamente a una legua de Jerez" (14).

Los pinos de Cuartillos

Los conocidos pinos de Cuartillos son el último reducto de una alineación de árboles que crecía en este lugar junto a la Cañada Real. Hace tan sólo unos años podían verse cuatro ejemplares de tamaño similar, dos de los cuales se han perdido. Aunque no hemos encontrado documentación que lo verifique, hay referencias de que estos pinos, que se distinguen a simple vista desde más de veinte kilómetros de distancia, servían de punto de orientación para los enfilamientos de los barcos y la navegación en el entorno de la Bahía de Cádiz como otro hitos del paisaje (cerro de Medina, monte del Berrueco, torre de la iglesia de Puerto Real), a los que los marinos apuntaban sus visuales con catalejos. No debe extrañarnos esta vinculación con el mar de los pinos de Cuartillos ya que desde sus pies, se contempla a lo lejos la Bahía de Cádiz y las grúas-puente de los astilleros (15).

Aunque todavía no figuran en el Catálogo de Árboles Singulares de Andalucía, los pinos de Cuartillos, pertenecientes a la especie Pinus pinea (pino piñonero) deberían incluirse en él ya que, a nuestro entender, son singulares por muchos motivos. A su valor natural, como árboles de magnífico porte, se une el de ser un referente de primer orden en el paisaje circundante, hitos vivos que, como faros verdes en la campiña, son visibles desde grandes distancias. Son además un indicador permanente e imborrable de la vía pecuaria que pasa a sus pies y uno de los elementos 'simbólicos' en la barriada rural donde se ubican. Junto a todo ello, estos árboles destacan además por su hermosa y proporcionada estampa y por sus grandes dimensiones. Por centrarnos en el de mayor altura, el perímetro de su tronco medido a 1,30 metros del suelo es de 3,20 metros. Su fuste, recto y ligeramente inclinado, se levanta hasta los 10 metros como una columna maciza de magníficas proporciones, antes de dividirse en dos grandes ramas maestras que sustentan una densa y bien formada copa aparasolada muy amplia. La altura total del árbol sobrepasa los 20 metros. Su copa tiene un diámetro de 18 metros, en dirección E-W, y de 22 metros en dirección N-S, con lo que la sombra que proyecta supera los 300 metros cuadrados de superficie. La edad estimada es superior a los 120 años. Con todo debemos subrayar aquí un hecho lamentable: las brutales podas a las que hace unos años fueron sometidas sus copas que los han dañado seriamente. (Continuará).

José y Agustín García Lázaro

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