Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Vivo sin vivir en mí, morando en una carcasa vacía y resonante donde ya no encuentran consuelo ni las lágrimas más secas. Qué tenebroso vacío, qué tinieblas encarnecidas que me obligan a seguir deambulando por este mundo inerte y baldío.

¿Dónde encontrar un mínimo atisbo de esperanza, la más ínfima capacidad de seguir este arduo sendero?

Qué estruendoso silencio que me aturde, que me acongoja, que me lacera en manera despiadada mis desgastados tímpanos.

Qué soledad más grande me has traído querido universo. Aquí donde antes había risas y baile, abrazos y caricias, arrullos y besos de buenas noches, ahora solamente está el sonido de la lluvia implacable que parece que se niega a abandonar este lugar.

Quizá sea el mundo entero que llora, que llora por ti. El universo y el planeta llora al unísono por tu partida. ¿Lo sabías? Y eso te hace de alguna manera estar aquí conmigo.

Yo que te traje a este mundo, que te di la vida, y hoy te devuelvo a la tierra para que de nuevo en polvo te conviertas. Tú sigues vivo en mí, en mi sangre, en mis células y en mis entrañas. ¿Cómo superar este dolor tan grande, este dolor asesino que me tiene hipotecada y sentenciada el alma de por vida y no me da y no me dará nunca la paz?

Acompáñame siempre mi querido niño, mi esperanza, mi vida. Acompáñame y no me dejes sola en este camino que me has marcado con los hierros de la desesperación. Guíanos, guíame.

Tú que eres sabio, ya estás en Dios, cuida de todos nosotros, pequeño Gabriel, mi amor.

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